• Un derribo olvidado


    El 1º de Mayo de 1982 fue la oportunidad en donde la Fuerza Aérea Argentina (FAA) debía llevar a la práctica real su doctrina y su entrenamiento de largos años. Llegaba así el tan ansiado “bautismo de fuego” y el desafío era más que importante: enfrentar a la tercera potencia militar del mundo.

Publicado el 10 Febrero 2024  por




El 1º de Mayo de 1982 fue la oportunidad en donde la Fuerza Aérea Argentina (FAA) debía llevar a la práctica real su doctrina y su entrenamiento de largos años. Llegaba así el tan ansiado “bautismo de fuego” y el desafío era más que importante: enfrentar a la tercera potencia militar del mundo. Aunque todas las misiones aéreas para ése día ya habían sido pacientemente planificadas, nadie conocía a ciencia cierta a qué se enfrentarían, cómo y con qué resultados. El accionar británico llevó a reaccionar en muchas ocasiones de modo improvisado en algunos casos, algo que es normal durante un conflicto ya que se trata de dar una respuesta al accionar del enemigo. 


La FAA había tomado la iniciativa de mantener la superioridad aérea sobre las Islas. Así varias misiones fueron enviadas con distintos resultados, pero si una de esas misiones merece destacarse es la realizada por el Primer Teniente José Ardiles y la sección “Rubio”.

La misión fue planificada para despegar algunos minutos antes de las 16 horas y junto a Ardiles se encontraría el capitán Carlos Rodhe. Los Dagger del Grupo 6 de Caza estaban armados con un par de misiles aire-aire Shafir y munición completa para sus dos cañones de 30 mm. A instantes del despegue y durante el chequeo previo, el Dagger de Rodhe presenta algunas novedades que le impiden participar de la misión. Lejos de suspenderla, se ordena a Ardiles realizarla solo y así despega rumbo a las islas.

Sin novedades durante el cruce y ya vertical Malvinas, Ardiles establece contacto con el centro de información y control (CIC) de las islas, que le indican la presencia de un blanco. Ardiles con el Dagger C-433 volaba a 33.000 pies y tras recibir curso y distancia se dirige a la zona y es en ése momento donde el radar del CIC detecta no un enemigo sino cinco Sea Harrier’s a unos 20.000 pies. . Se le ordena retirarse por cuanto sus posibilidades eran nulas, pero para entonces Ardiles ya había localizado uno de los blancos y se disponía a perseguirlo. Sin embargo se trataba de una trampa.


 

Mientras Ardiles perseguía al avión británico, un Sea Harrier piloteado por el Teniente de Navio Martin Hale, otro Sea Harrier, éste al mando del primer teniente Tony Penfold (Sea Harrier XZ455) lo seguía de cerca sin que el piloto argentino se percatara de ello, su vista clavada en un Sea Harrier que perseguía y que maniobra tras maniobra lograba acercarse lo suficiente como para intentar derribarlo. Cuando el Shafir lo adquirió, pulsó el botón y el misil salió tras el Sea Harrier pero éste realizó una rápida maniobra de descenso y el misil se perdió. 

El teniente Penfold no perdió más tiempo, el piloto argentino había disparado un misil y aún perseguía al Sea Harrier. Penfold con el Dagger adquirido, le dispara un misil Sidewinder. Ardiles no tuvo tiempo a nada cuando una seca y violenta explosión destrozó su Dagger. Sobre la suerte seguida por Ardiles se han tejido muchas historias. En su momento se mencionó que varios testigos presenciaron la eyección y otros que incluso habían encontrado el casco del piloto en tierra. Lo cierto es que nada ha podido ser comprobado y seguramente la explosión y desintegración del Dagger impidieron a Ardiles de poder eyectarse y salvar su vida. Finalizado el conflicto, algunos restos del avión fueron localizados en la isla Lively. 


 

El gran error


La FAA había tomado la decisión e iniciativa de mantener sobre las Islas Malvinas la superioridad aérea. Una decisión correcta, sin embargo ante la intensa actividad aérea desplegada durante todo el día por el enemigo, enviar una sola aeronave fue un gran error. 

Aunque para entonces no se contaba con la experiencia necesaria, enviar a una sola aeronave a realizar el cruce (continente-islas) no era lo adecuado, por cuanto ante cualquier inconveniente el piloto en cuestión no podría recibir ningún tipo de asistencia o transmitir el problema. Simplemente desaparecería. 

Tampoco era razonable enviar una sola aeronave a realizar superioridad aérea cuando la misma carecía de radar propio o sistemas de alerta. La experiencia del CIC Malvinas en el vectoreo en combate real era de horas solamente, así los oídos y ojos del piloto dependerían exclusivamente el CIC. 

Pero es el combate aéreo el que demuestra la gravedad del error. 

Ardiles es guiado hacia un blanco el cual no sólo localiza sino que además lo traba en combate, persiguiéndolo para obtener la distancia necesaria que requerían los misiles Shafir. Nunca pudo conocer que era una trampa ya que nadie le cuidaba sus espaldas. Llega a distancia de tiro y dispara el misil. Este falla y retoma el ataque buscando una nueva posición de tiro. Nuevamente su retaguardia está descuidada y sin que lo sepa, a su espalda tiene un Sea Harrier que le lanza un misil Sidewinder. Ardiles nunca se enteró hasta que fue demasiado tarde. 

La ausencia de un numeral lo condenó, por cuanto nunca supo qué sucedía a sus espaldas. Se omitió una de las reglas más básicas del combate aéreo y un piloto pagó dicho error con su vida. Sin embargo durante el resto del conflicto hubo otras misiones “en solitario” , de las cuales casi todas terminaron mal. Una dura lección que la FAA aprendió en momentos complicados.

 

 

 

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