• La verdad del desastre en Top Malo House


    Extracto sacado del libro "Comandos en Malvinas-La otra historia", capítulo "Análisis de las Operaciones". Una muestra clara de la preparación de los comandos argentinos.

Publicado el 29 Septiembre 2023  por



 
 
...El abanico o la gama de operaciones que las fuerzas especiales están capacitadas para realizar es muy amplio y se ha ampliado todavía más en los últimos años. Sin embargo, podemos afirmar que las principales operaciones que las fuerzas especiales y sus hombres llevan a cabo, siguen siendo, al igual que en 1982, de dos tipos: de reconocimiento o SR (Strategic Reconnaissance/Reconocimiento Estratégico) y de combate o DA (Direct Action/Acción Directa). Antes de entrar en profundidad en el tema y para mostrar al lector cuál era la preparación de los comandos argentinos, analizaremos una de sus operaciones de reconocimiento, la cual pese a ser una derrota, quizás se ha convertido en la operación más conocida de Malvinas, por encima incluso de la operación Rosario. Esta misión ha pasado al ideario argentino como una muestra de la bravura, la preparación y el espíritu de lucha de los soldados argentinos y de los comandos en particular: el combate de Top Malo House por parte de la Cía. 602. Dejemos que los hechos hablen por si solos.
 
Estos comenzaron el día 28 de mayo con las órdenes del Gral. Parada al My. Rico y de este al Cap. Vercesi para que preparara la 1.a Sección para una patrulla de reconocimiento de tres días en el monte Simon. Aquí y ya de primeras cabría preguntarse, ¿qué lógica seguía Parada cuando pensó en una operación de solo tres días de duración? ¿Por qué no más días? Si los comandos argentinos hubieran conseguido establecer sin ser detectados un puesto de observación en el monte Simon, dada la posición estratégica del monte podrían haber enviado durante días una información de gran valor a su base. ¿Por qué entonces dejar de ver una magnífica película a mitad de proyección? No hay excusa aducible. Si, como además sabemos, los helicópteros argentinos lo tenían muy difícil para realizar sus vuelos, ¿por qué desaprovechar la peligrosa infiltración con una misión de solo tres días?
 
Este error saca a la luz la falta de conocimientos y preparación de los mandos argentinos a todos los niveles para sacar partido a estas unidades.
 
Dejando a un lado el nulo sentido que para las fuerzas argentinas tenía el lanzamiento de misiones de reconocimiento de tan corta duración, el siguiente paso, una vez recibida la orden, debería haber recaído en el jefe de la patrulla. En este caso, el jefe o líder fue el Cap. Vercesi y su paso tendría que haber consistido en la preparación de la orden de operaciones. Esta es una de las principales tareas de un jefe de patrulla y en ella y por partes se va informando detalladamente a los hombres sobre la operación a desarrollar y sus diferentes aspectos. Por citar algunos de estos, en una orden de operaciones se detalla, por ejemplo, el terreno, las fuerzas enemigas, la misión concreta, el equipo a llevar, frecuencias de comunicaciones, ruta a seguir, etc. En este caso, el problema surgió cuando el Cap. Vercesi no recordaba cómo elaborar una orden de operaciones y pidió/ordenó a dos de sus subordinados, el Tte. 1.o Brun y el Tte. 1.o Losito, que prepararan la orden en su lugar. Testimonios de otros comandos de la 1ª Sección revelan que el disgusto de Brun y Losito no fue tan íntimo como nos narra el libro de Ruiz Moreno. Según estos testimonios, Vercesi tuvo que escuchar las quejas de sus oficiales por tener que encargarse de un trabajo que no era el suyo; sobre todo si tenemos en cuenta que ellos deberían haber estado encargándose de otras tareas, como supervisar la preparación y el equipo que los hombres debían llevar en la misión. Escuchara o no Vercesi las quejas de sus hombres, resulta increíble que la misión comenzara con el oficial al mando, aquel que debía guiar la patrulla, diciendo a sus hombres que no sabía planificar la misión. Pensemos en una brigada del cuerpo de bomberos llegando a un bloque de pisos en el que se ha declarado un incendio. Los hombres bajan de los camiones cogen su equipo y se reúnen alrededor de su capitán esperando órdenes. ¿Puede alguien imaginarse al capitán diciendo a sus hombres que no sabe muy bien cómo abordar el incendio y qué pasos seguir? Obviamente nadie se puede imaginar una situación igual, pero esta es exactamente la que vivieron algunos comandos argentinos en Malvinas. En el mismo momento en que Vercesi pidió a sus oficiales que prepararan la orden de operaciones por él, justo en ese momento perdió el respeto de sus hombres, la autoridad que le confería su grado y, aunque por supuesto siguió siendo el comandante de la patrulla, minó la confianza de esta y dejó de ser el líder que se esperaba de él. Situaciones similares afectaron también a otras patrullas. Los comandos anfibios sufrieron algo parecido en su patrulla a San Carlos cuando se les impuso como jefe a un oficial externo a la unidad y sin los conocimientos necesarios sobre operaciones especiales. Esta imposición llevó a fuertes tensiones entre los hombres de la patrulla y su oficial al cometer este último graves errores mientras los dirigía.
 
Extraña por su anormalidad que durante la guerra no hubo una sola patrulla de comandos argentina que no estuviera liderada por oficiales, hecho este que evidencia una casi total falta de confianza en el papel que podían desarrollar los suboficiales. Esto contrasta enormemente con el valor que se da a los suboficiales dentro de las unidades británicas y con la actitud dentro del SAS o SBS hacia los nuevos hombres, incluidos oficiales, que llegan a sus unidades. En estas dos unidades los hombres tienen que pasar por un periodo de prueba durante el cual son constantemente vigilados por sus compañeros. Si en este periodo los hombres de su sección comprueban que el nuevo miembro no está a la altura de lo que se espera de él, a través del sargento mayor del escuadrón la sección solicita que sea expulsado, tenga el rango que tenga. Por lo general, los oficiales llegan al SAS o SBS con mucha menos experiencia que los hombres a los que van a mandar, quienes en muchas ocasiones llevan bastantes años en las unidades. Los oficiales normalmente no tienen la capacidad para enseñar nada a los hombres, operacionalmente hablando. Por otro lado, se espera de ellos una gran capacidad de análisis, liderazgo, inteligencia y planificación; y es muy habitual que durante su periodo inicial permitan voluntariamente que su patrulla esté liderada por alguno de los suboficiales más experimentados hasta conseguir la práctica suficiente. Si los oficiales flaquean en alguna de las cualidades consideradas imprescindibles corren el riesgo de ser devueltos a sus unidades originales. No han sido pocos los oficiales que a lo largo de la historia del SAS y del SBS han sido devueltos a sus unidades de origen debido a que sus suboficiales los consideraron sin el nivel adecuado.
 
Cuando uno observa la patrulla del Capt Vercesi, algo que llama la atención inmediatamente es la inusual configuración de esta. Una vez Rico recibió la orden de preparar una patrulla para una misión de reconocimiento, con la misión secundaria añadida de intentar derribar algún helicóptero con misiles antiaéreos, Rico como jefe de compañía eligió los hombres que mejor consideraba para poder cumplirla. Sorprendentemente escogió que la misión fuera llevada a cabo por la 1.a Sección de la 602 al completo, con lo que el total de la patrulla fue de trece hombres. Este tipo de patrulla de reconocimiento, integrada por un elevado número de comandos fue utilizada en sus principales misiones por prácticamente todas las unidades argentinas, GOE, APCA, Cías. 601 y 602 y el Esc. Alacrán. Solo en contadas ocasiones, como cuando la escasez de personal se lo imponía, las patrullas argentinas no superaron los seis miembros. Este es el caso por ejemplo de las patrullas al Rosalie por parte de la 601 o la patrulla a la isla Lively por parte de la APBT
 
 El continuo y repetido uso de patrullas de reconocimiento de más de diez hombres demuestra que dentro de las fuerzas especiales argentinas existía un desconocimiento absoluto de las prácticas operativas más avanzadas en esos momentos, además de una falta total de conocimiento, visión y comprensión histórica del uso de estas fuerzas. Una norma no escrita dentro de las patrullas de reconocimiento establece que a mayor número de miembros, mayores posibilidades de ser descubiertos. Esta norma lógica que no deja de ser una regla matemática, nos dice que, por ejemplo, una patrulla de doce hombres tiene tres veces más probabilidades de ser descubierta que una patrulla de cuatro hombres, así de sencillo.
 
En las confrontaciones posteriores a la SGM, las unidades de los países con conflictos lucharon por establecer en sus patrullas un equilibrio entre furtividad y capacidad de autodefensa. A mayor furtividad o, lo que es lo mismo, menor número de miembros, menor capacidad de autodefensa y viceversa, a mayor capacidad de autodefensa o, lo que es lo mismo, mayor número de miembros, menor furtividad.
 
Las fuerzas especiales de los diferentes países llegaron a distintas soluciones dependiendo de sus diferentes misiones y teatros de operaciones. Estas soluciones fueron desde los pequeños equipos de dos hombres del Regimiento 5 de los recces sudafricanos o de los Selous Scouts rodesianos, a los doce de muchos de los equipos del SOG del MACV (Military Assistance Comand Vietnam/Mando para la Asistencia Militar de Vietnam), pasando por los cuatro del SAS británico, los cinco del SASR (Special Air Service Regiment/Regimiento del Servicio Especial Aéreo) australiano, los seis de los equipos LRRP del US Army o los ocho de los Recon de los marines.
 
Por norma general se considera que a mayor posibilidad de encuentro con el enemigo y a terreno con mayor cubierta, mayor número de miembros. De ahí, por ejemplo, que los equipos SOG que operaban en las espesas junglas controladas por el enemigo de Laos, Camboya y Vietnam del Norte utilizaran algunos de los equipos más pesados, ya que un alto tanto por ciento de sus patrullas acababan en duros encuentros con el enemigo. Billy Waugh, conocido veterano norteamericano, uno de los mayores expertos y uno de los hombres con más experiencia en el tema a nivel internacional, aludió en cierta ocasión a que en la composición irracional de las patrullas de los comandos argentinos se puede percibir la influencia de las fuerzas especiales del US Army y su organización en base a ODA (ODA-Operational Detachmentes-A/Destacamentos Operacionales A) de doce hombres, también conocidos como Equipos-A.
 
Esta teoría tiene su lógica, ya que es cierto que la preparación de los comandos del EA se basaba en gran medida en los manuales norteamericanos y estos eran en su mayor parte fruto de sus experiencias en el sudeste asiático, con una marcada orientación a la lucha contra guerrilla. Sin embargo, este razonamiento no tendría mucha base, ya que los ODA eran y son unidades flexibles diseñadas para poder dividirse y convertirse, llegado el caso, en dos equipos menores de seis hombres. Por otro lado, vista la continua incongruencia en las acciones de los Boinas Verdes argentinos todo es posible.
 
Hubiera sido una práctica aceptable y normal por ejemplo que una unidad argentina hubiera infiltrado una patrulla numerosa y que una vez se hubieran ido acercando a las posibles posiciones enemigas esta patrulla se hubieran dividido en patrullas menores. Tambien hubiera sido aceptable que una sección de comandos hubiera marchado hasta una posición y hubiese montado una base de patrullas desde la que lanzar patrullas menores, sin embargo ninguno de estos casos fue el seguido por las unidades argentinas.
 
Podríamos entender que Vercesi hubiera elegido conducir una patrulla de incluso siete comandos, cuatro para la patrulla de reconocimiento y tres para el equipo antiaéreo, pero guiar una patrulla de trece hombres en un terreno despejado y sin vegetación, como era el de Malvinas, es tentar al demonio y va más allá de la ignorancia doctrinal; más aún cuando los recursos argentinos no eran muy boyantes y de una patrulla como la de Vercesi podrían haberse sacado al menos dos patrullas, si no tres. Economía de medios o, como diría un empresario, productividad; o, lo que es lo mismo, sacar el mayor rendimiento posible con los mínimos recursos. Aplicar esta lógica hubiera supuesto mayores probabilidades de obtener información.
 
La mañana del día 29 los hombres de la 1.a Sección de la 602 embarcaron en dos helicópteros UH y fueron dejados al pie del monte Simon. Los helicópteros argentinos debido a sus limitaciones técnicas no volaron de noche en Malvinas salvo contadas excepciones, Debido a ello cercenaron en gran medida las posibilidades de acción de los comandos que transportaban al obligarles a realizar sus infiltraciones con la luz del día.
 
En este punto vale la pena hacer un apartado para recalcar que, pese al valor que sin duda demostraron los pilotos de los helicópteros de la AE y de la FAA en Malvinas, tanto ellos como sus unidades evidenciaron una escasa capacidad de adaptación. Aunque volar helicópteros de noche sin los equipos adecuados era una tarea peligrosa, el valor de estos vuelos tendría que haberse convertido en un acicate para que la Aviación del Ejército hubiera realizado un esfuerzo mayor a la hora de adaptar sus medios y tripulaciones. No hay duda de que esta adaptación no hubiera sido fácil y que las soluciones encontradas solo habrían sido apaños temporales muy lejos de la situación ideal, pero podía haberse hecho, de hecho ya se había hecho.
 
Simplificando el tema, los mayores problemas a la hora del vuelo nocturno con helicópteros sin equipo adecuado eran y son tres. El peligro de desorientación espacial del piloto, el peligro de colisión con algún relieve del terreno y el peligro de aterrizar en un área no adecuada. El peligro de la desorientación del piloto tiene una fácil solución que no es otra que un adecuado e intenso entrenamiento instrumental.
 
El segundo problema podía haber sido subsanado en muchas de las ocasiones utilizando el método de altitud-rumbo-velocidad-tiempo, también llamado navegación a la estima. Con este método un helicóptero puede llegar al punto deseado basándose en la estimación de los parámetros anteriores a la vez que puede esquivar las alturas que se le interpongan. No es un método perfecto, pero funciona. Ya lo probaron con éxito los norteamericanos en Vietnam para determinadas situaciones de emergencia. También fue usado en Malvinas, por ejemplo, por los Chinook de la FAA. Estos llevaron a cabo vuelos nocturnos desde Port Stanley a Goose Green con este sistema. También fue usado con éxito en parte de su vuelo, por ejemplo, por el Puma de la AE al mando de Cometto, que el día 26 de mayo voló desde Howard a Stanley transportando, entre otros, a los comandos de la 601. En este vuelo uno de los pilotos llevaba unas gafas de visión nocturna prestadas por el My. Castagneto, pero no le sirvieron de mucho debido a la altura a la que viajó el Puma y a que las luces interiores del aparato, al no estar preparadas, cegaban al visor.
 
El tercer problema, el aterrizaje, podía presentar dos variantes, que el helicóptero tuviera una partida de recibimiento en tierra o que no la tuviera. Si la tenía, el problema en gran parte estaba solventado; los Chinook de la FAA, por ejemplo, eran recibidos en Goose Green con tres bidones con gasolina prendidos que servían de referencia para que el piloto aterrizara. Por su parte, los comandos británicos recibían a sus helicópteros formando con sus linternas una T de acuerdo a la doctrina OTAN. Si no existía partida de recibimiento, se podía recurrir a soluciones drásticas pero efectivas para la clandestinidad de las misiones; como, por ejemplo, la adaptación de potentes focos a los helicópteros o el lanzamiento de bengalas. Estas soluciones, desde luego, podían comprometer la infiltración pero su aplicación bien hubiera merecido la pena correr el riesgo.
 
Estas técnicas también habían sido probadas con éxito en Vietnam. Aunque en este conflicto los focos y las bengalas fueron usados principalmente en evacuaciones urgentes de personal herido, también se utilizaron en operaciones especiales. Conocido es por ejemplo el caso del famoso raid por parte de las fuerzas especiales del ejército norteamericano sobre la prisión de Son Tay, donde los Sikorsky HH-53 de la USAF (United States Air Force/Fuerza Aérea de Estados Unidos) lanzaron bengalas, entre otros motivos, para iluminar la zona de aterrizaje. Los riesgos de utilizar focos o bengalas podrían haber sido paliados en gran medida con la táctica de las falsas inserciones, donde el helicóptero en cuestión simula varios aterrizajes falsos con el propósito de confundir al enemigo sobre el verdadero lugar de aterrizaje. Esta táctica fue habitual en el sudeste asiático y fue utilizada también en años previos, por ejemplo, por los israelíes en alguna de sus incursiones en el Líbano.
 
Si los argentinos hubieran utilizado esta táctica y planificado bien la infiltración, lo único que los británicos podrían haber detectado en la oscuridad hubiese sido un helicóptero que en la lejanía aterrizaba en diferentes lugares con la ayuda de bengalas o focos, para acto seguido desaparecer. ¿Dónde había aterrizado el helicóptero? ¿Cuántas patrullas habían desembarcado si es que lo habían hecho? ¿Qué rumbo habían tomado? Aunque arriesgada, sin duda hubiera sido una mejor opción que la que tomaron los comandos argentinos. Pero, además, si los pilotos de helicópteros argentinos hubieran sabido adaptarse podían haber contado con una gran ayuda.
 
Aunque no en dotación en la Aviación del Ejército, la Infantería de Marina Argentina en Malvinas contaba con un importante número de modernas gafas de visión nocturna AN/PVS-5, una variante de uno de los modelos que también usaron los británicos. De hecho, el Tte. Anaya, piloto de la AE, pidió prestado uno de estos visores y realizó un vuelo de prueba cuando ya estaba en Malvinas, pero las dificultades con las que se encontró le hicieron desistir de volver a intentarlo. Los pilotos británicos fueron más tenaces y con el mismo modelo de gafas y helicópteros como el Gazelle, con un equipo de navegación similar al del UH, consiguieron volar diferentes misiones durante la guerra. El mismo Tte. Anaya ha señalado en alguna de sus entrevistas que si hubieran practicado más podrían haber conseguido volar de noche. Él mismo lo consiguió en Argentina poco tiempo después de la guerra. No hay duda de que no hubiese sido una tarea fácil, pero si los pilotos argentinos lo hubieran logrado las posibilidades de éxito y supervivencia de los comandos argentinos se habrían multiplicado.
 
Aceptando la imposibilidad de que los pilotos argentinos volaran de noche, no quedaba otra opción que hacerlo de día. No sabemos quién tomó la decisión de volar a primera hora de la mañana. La lógica y los procedimientos normales nos dicen que después de recibir la orden, debió ser Vercesi como líder de la patrulla, en acuerdo con los pilotos, el que debió elegir ese momento del día. Fuera él o fuera el May.
 
Rico, ¿en qué se basaron para elegir las primeras horas del día? ¿Qué táctica quisieron seguir? Fuese cual fuese el motivo de su elección, no pudieron hacerlo peor. Resultado: el vuelo de los dos helicópteros que transportaban a los comandos de la 602 fue seguido prácticamente desde su despegue; primero, por las patrullas del SAS en las cercanías del monte Kent y, tras sobrepasar los montes Kent-Estancia, además de por el SAS, fueron observados por las patrullas del SBS en la bahía de Port Salvador y, por supuesto, por las patrullas del M&AW en la zona del monte Simon, una de las cuales incluso llegó a ver desembarcar a los comandos y poco después comenzar su ascensión al monte. Pero esta no fue la peor consecuencia. ¿En que estaban pensando los comandos argentinos para infiltrarse con dos ruidosos helicópteros durante la mañana y ser dejados en un páramo sin cobertura alguna? No pudiendo volar de noche, el mal menor, la elección más lógica debido al terreno de Malvinas hubiera sido volar en el crepúsculo vespertino, es decir durante el periodo de tiempo justo antes de anochecer. De este modo los helicópteros podrían haber volado hacia su objetivo todavía con luz y una vez hubieran dejado a los comandos habrían podido regresar a Stanley con seguridad, ya que con las luces de la ciudad los helicópteros no habrían tenido ningún problema para guiarse en su regreso.
 
Por su parte, una vez en tierra, los comandos solo tendrían que haber esperado unos minutos para que oscureciera y acto seguido podrían haber comenzado la marcha en la dirección deseada sin riesgo de ser observados. Esta táctica no tenía nada de original y por su obviedad fue muy utilizada en conflictos previos o contemporáneos en lugares como Vietnam, Rodesia, Líbano o Afganistán. De hecho, esta táctica fue seguida al menos en una ocasión y probablemente de manera inconsciente por los helicópteros de la AE, como fue el día en que dos UH infiltraron con el crepúsculo a la patrulla del GOE hasta la laguna Colorado y acto seguido regresaron ya de noche orientándose por las luces de la capital. Así pues, es un sinsentido y un grandísimo error el de la infiltración matutina en el helicóptero.
 
Pero si los comandos argentinos de la 602 cometieron un error digno de pasar a la historia y que sobresale sobre todos los demás fue el de ponerse a marchar nada más ser dejados por los helicópteros, es decir a plena luz del día. Una vez en tierra, el tremendo error de volar durante la mañana ya no tenía solución, pero comenzar a moverse hacia la cima del monte Simon nada más descender de los helicópteros fue sin duda alguna un acto casi suicida, desde luego inconsciente y que deja bien a las claras que estos hombres no tenían la más mínima idea de lo que hacían.
 
El terreno de Malvinas, compuesto principalmente por colinas y llanuras sin vegetación, propiciaba la observación a distancia. Esto permitía a los observadores británicos, ocultos en las ventajosas posiciones de sus OP y equipados con telescopios, vigilar el terreno a muchos kilómetros de distancia a su alrededor.
 
Una vez en tierra, una alternativa que Vercesi podría haber escogido como un mal menor hubiese sido permanecer inmóviles. Los hombres podrían haberse ocultado lo mejor posible en espera de la noche confiando en que su infiltración hubiese pasado desapercibida o esperando que si los británicos los habían detectado no tuviesen tiempo de reaccionar contra ellos. Pero, ¿moverse durante el día? ¿En un terreno como Malvinas? ¿Y, además, ascendiendo una altura? Es un comportamiento totalmente irracional y que unos verdaderos comandos nunca hubieran llevado a cabo, menos en una situación de claro dominio británico como el que ya existía. Pero para saber esto no hacía falta ser un comando. Un simple soldado de conscripción realizando su servicio militar, si ha prestado atención en sus clases teóricas sabe que eso no se puede hacer. Ni siquiera hace falta ser militar solo hay que tener un poco de lógica, un niño de ocho años que habitualmente juegue al escondite, es capaz de entender que si no quieres que te vean en un terreno despejado y con luz, simplemente no debes moverte.
 
Para un observador británico escondido entre las rocas de alguna colina que escaneaba concienzudamente el terreno a su alrededor, un hombre cargado avanzando por los turbales de Malvinas, sin importar el camuflaje que llevara, resaltaba como un punto negro entre los colores principalmente suaves de los páramos de turba de Malvinas. Si la distancia era excesiva, el observador no estaba concentrado o estaba ya cansado, existía la remota posibilidad de que no fuera localizado. Pero si a este hombre cargado, le añadimos doce más y encima les hacemos ascender un monte o una colina o descender de ella y, además, sobre la nieve, como hicieron el día 30, la marcha de los comandos de la 1.a Sección de la 602 fue prácticamente como encender un mechero en una habitación a oscuras, algo así como decir: «¡Eh, chicoooos, aquí estaaamoooos!».
 
Esta inconsciente práctica fue algo normal entre las patrullas de las distintas unidades argentinas. Unas más y otras menos, se puede decir que casi todas las patrullas argentinas realizaron desplazamientos durante el día. Estos movimientos que parecían siempre destinados a acabar en desastre, hubo ocasiones en que curiosamente les sirvieron para salvarse. Tal es el caso de la patrulla del GOE que regresaba de su intento de reconocimiento al monte Usborne y estuvo a punto de ser emboscada por los dos compañeros que se habían quedado a medio camino tras lesionarse. Estos dos hombres estuvieron a segundos de disparar sobre sus propios camaradas, que se salvaron porque en el último momento los dos hombres, además de escuchar a sus compañeros hablar en español les reconocieron las boinas azules que portaban. Estas boinas eran las de su misma unidad, los comandos del GOE, siguiendo con las malas costumbres de las fuerzas especiales argentinas, no habían esterilizado su equipo antes de salir en una misión .
 
También les sirvió a las patrullas de la 601 y 602 sobre el monte Estancia, las cuales a pesar de conocer la existencia de tropas británicas en la zona y en vez esconderse en el terreno, deambularon por sus posiciones hasta ser localizadas por los marines y SAS británicos en el monte Kent. Los movimientos descuidados de los comandos del EA, además de la similitud de sus indumentarias con las británicas en la distancia, sirvieron inicialmente para desconcertar a los observadores británicos y confundirlos, haciéndoles dudar sobre la verdadera identidad de los hombres que observaban, lo que llevó a anular una petición de ataque aéreo. Después de que realizaran varias verificaciones de seguridad, los marines del 42 Cdo comprobaron que los hombres que tenían un poco más al norte eran enemigos y solicitaron fuego de artillería, pero este les fue denegado por la escasez de munición.
 
Hubo otras patrullas a las que solo las salvó la suerte, como es el caso de la patrulla de comandos anfibios a San Carlos que fue localizada por un avión Harrier que probablemente los confundió con propia tropa; o la patrulla de la APBT en la isla Lively, la cual fue localizada por isleños del asentamiento local al ver a sus miembros desplazarse entre las rocas cercanas a su OP. Pese a que los isleños trataron de comunicar su avistamiento a las fuerzas británicas, no consiguieron establecer comunicación.
 
Otro caso es el de la patrulla de la 1.a Sección de la 601 al mando de Duarte en la cresta de Many Branch. En este caso si la patrulla del Esc. D hubiese estado alerta, lo normal hubiera sido que la patrulla de la 601 hubiese sido emboscada. Los comandos de la 601 se salvaron solo porque la grave negligencia de la patrulla del Capt. Hamilton superó a la suya propia.
 
Otras patrullas se salvaron de milagro, como la de rescate que intentó ayudar a sus compañeros en la zona del monte Kent y solo evitó sufrir bajas por el fuego de los morteros británicos gracias a la turba. En cambio, hubo patrullas que, como vimos, no fueron tan afortunadas y el merodear a plena luz del día les salió muy caro. Este es el caso de la patrulla de comandos anfibios de la APCA al mando de Pereyra, que tuvo dos heridos y dos prisioneros; la patrulla de la 2.a Sección de la 602, al mando del Cap. Fernández, con dos muertos y un prisionero, o la misma patrulla de Vercesi, con dos muertos y once prisioneros, seis de ellos heridos.
 
Algo que los buenos instructores de todos los cursos comando tratan de inculcar en la cabeza de sus aspirantes es que para una patrulla de reconocimiento su mejor defensa es el ocultamiento. Si consiguen pasar desapercibidas y no ser detectadas tendrán muchísimas más posibilidades de cumplir con su misión y de regresar a la base. Para ello se enseña a los hombres a considerar la noche como su aliada y a moverse y combatir en ella tratando de aprovechar las ventajas que esta ofrece.
 
Este factor era todavía más importante en el año 82, cuando los medios de visión nocturna no estaban tan extendidos como en la actualidad ni tenían la calidad de los de ahora. Entonces, ¿por qué los comandos argentinos hicieron exactamente al revés?
 
Debido al terreno, durante el ascenso al monte varios de los comandos resbalaron y cayeron, al Sgto. Sbert le fue un poco peor al resbalar y cayer al suelo en repetidas ocasiones; este hombre perdió el control y comenzó a lanzar toda clase de improperios a grandes gritos hasta que fue calmado por sus compañeros. Con este comportamiento, fruto de su impotencia, el Sgto. Sbert demostró su falta de preparación tanto física como psíquica, condición que compartía con muchos de sus camaradas. Durante la estación de las lluvias en el valle de A Shau en Vietnam, hubo ocasiones en que los hombres de las LRRP tuvieron que desistir de subir algunas colinas debido a lo resbaladizo del terreno y a las continuas caídas.
 
Si los soldados norteamericanos de estas unidades hubieran perdido el control sobre sí mismos como lo hizo Sbert, en cuestión de minutos hubieran tenido que luchar por sus vidas al tener sobre su pista a los soldados norvietnamitas. El autodominio es básico para enfrentarse a situaciones difíciles bajo un fuerte estrés. Puede que este hombre no estuviera en forma física, pero su cabeza debería haber sabido a lo que se iba a enfrentar y no perder el control tan fácilmente.
 
Nada más ascender el monte, la patrulla de Vercesi cometió su siguiente error de libro al instalarse en la misma cima y además, moverse por ella. Vercesi en alguna de sus entrevistas nos cuenta cómo para pasar la noche se instalaron por parejas y al estar cerca de la cima pudieron formar un círculo defensivo de 360o.
 
Al instalarse en la cumbre o en sus inmediaciones, los comandos del ejército argentino rompieron dos reglas sagradas. Primero, no situarse nunca en una posición en la que tu figura se pueda recortar contra el horizonte y, segundo, nunca colocar un OP en un emplazamiento demasiado lógico. Las cimas de colinas o montañas son lugares que inconscientemente llaman la atención de posibles observadores, además de ser objetivo probable de operaciones de búsqueda y rastrilleo.
 
Resultado: los comandos de la 602 fueron observados por los OP del M&AW tanto el día 29 al atardecer como el día 30 por la mañana. Si comparamos la actuación de los comandos de la 602 con la de sus adversarios británicos del M&AW, que también rondaron el monte Simon, podemos ver el gran contraste entre la actuación de unos y otros. Los marines británicos no se movieron un solo segundo con la luz del día y cuando establecieron un puesto de observación en algún monte nunca lo hicieron en la cima. El Equipo 6 del M&AW, por ejemplo, mantuvo un OP en el monte Simon por seis días, un día en la ladera norte y cinco días en la ladera este. Los dos OP estaban situados a media altura y alejados de la peligrosa cima.
 
Una vez en la cima del monte Simon, los comandos argentinos divisaron helicópteros británicos al norte de su posición y trataron de transmitir la información a Port Stanley con la radio Thompson TRC 300 de HF con la que estaban equipados. Este equipo era de características similares a las Clansman PRC 320 utilizadas por los británicos. Cuando quisieron comunicarse utilizaron el modo SSB (Single Side Band/ Banda Lateral Única), un modo de comunicación por voz a través de la red de HF. Pero, aunque consiguieron establecer comunicación, esta se cortó al momento. Los comandos lo intentaron «casi» todo, desde cambios de posición a cambios de antena, pero no pudieron volver a establecer comunicación.
 
Posteriormente, ese mismo día, algo consiguieron cuando aprovecharon el paso de dos helicópteros argentinos que regresaban a Stanley transportando a la patrulla de Pinasco. Los comandos de la 1.a Sección de la 602 contactaron con los helicópteros y pudieron transmitirles parte de la información. Aun así, en ningún momento lograron contactar de nuevo con la capital. Hasta aquí nada parecería fuera de lo normal, pero la realidad era muy distinta.
 
En esos momentos Vercesi y sus hombres no sabían si sus problemas eran simples problemas de transmisión, propios y habituales de las transmisiones en HF y que todas las unidades sufrieron durante la guerra, o estaban relacionados con posibles interferencias por parte de los equipos de guerra electrónica británicos, también llamadas jamming en el argot. Si los comandos argentinos hubieran seguido un protocolo de comunicaciones normal, fuese cual fuese el origen del problema, su siguiente paso debería haber sido dejar la SSB y tratar de establecer contacto mediante CW (Continuous Wave/Onda Continua). La CW es un modo de emisión que, operando también en el espectro de HF, se caracteriza porque interrumpe la señal a intervalos ya establecidos pertenecientes a un código, es el por todos conocido código Morse.
 
Todos los comandos del EA o al menos su radioperador, el Tte. 1.o Gatti, perteneciente al arma de comunicaciones, debería haber conocido, como probablemente conocía, las características de la transmisión por CW. Debería haber sabido que la CW es más eficiente que la SSB en situaciones con fuertes interferencias o con adversas condiciones atmosféricas para la propagación de las señales de HF. Igualmente, la CW al ocupar poco ancho de banda y tener una relación señal/ruido muy alta, permite establecer comunicaciones a mayor distancia que ningún otro modo.
 
Es por ello que pese a ser un sistema antiguo, era el usado por las patrullas británicas. Los británicos sabían que las ondas en HF se ven muy afectadas por los constantes cambios de la ionosfera, la capa de la atmosfera donde rebotan las ondas HF. Por ello sus patrullas, que también tuvieron sus problemas, utilizaron principalmente la CW; ello pese a algunos inconvenientes de la CW, como una capacidad de transmisión más lenta y mayores posibilidades de radiodetección.
 
Dentro de las unidades británicas, la 148 Bty era una unidad que por su necesidad de rápidas correcciones del fuego artillero utilizaba en sus transmisiones el modo de voz SSB, en lugar del Morse con la CW.
 
El radio operador del NGFO1, el RO1 Hoyland, cuenta en una entrevista una situación parecida a la vivida por la patrulla del Cap. Vercesi. Hoyland relata como, durante las operaciones del SBS y la 148 Bty en la península de San Luis, al resultar imposible para su patrulla contactar con el HMS Fearless, situado en la bahía de San Carlos, se olvidó de intentarlo mediante voz, eligió la antena adecuada y usando el morse logró comunicarse con el Fearless.
 
Otras unidades argentinas también sufrieron los problemas con sus equipos de radio a la hora de transmitir e igualmente ninguna de ellas recurrió a la CW. Muy conocido es el caso de los comandos anfibios en su patrulla a San Carlos. De hecho, ninguna patrulla argentina siquiera llevó consigo a Malvinas la llave o manipulador de Morse con el que sus radios estaban equipadas.
 
Arriesgándonos a dar por hecho que los comandos argentinos conocían las características de propagación de la CW, solo dos posibilidades son factibles, a cuál de ellas peor. La primera es que en sus protocolos o instrucciones de empleo de comunicaciones no estuviera previsto el caso de un fallo de transmisión con la SSB y, la segunda, que los comandos no tuvieran práctica suficiente o ninguna práctica en la transmisión con código Morse.
 
Fuese cual fuese el motivo de esta mala práctica de los comandos argentinos, su gravedad es extrema. La doctrina de empleo de las unidades de operaciones especiales a principios de los 80, al igual que la actual, resaltaba la importancia de los equipos de radio dentro de una patrulla, más aún si es de reconocimiento.
 
Los distintos equipos de radio, sea de HF, VHF o UHF eran considerados como la principal arma de la patrulla y la pieza de equipo más importante transportada. Sin sus radios, una patrulla infiltrada en territorio enemigo no tiene razón de ser, no puede comunicar la información recabada, no puede pedir apoyo si se encuentra en problemas y, además, se ve imposibilitada de contactar con los helicópteros a la hora de ser exfiltrada. Es por ello que todos los miembros de una patrulla de reconocimiento y, sobre todo, los operadores de radio, deben recibir un entrenamiento intensivo y profundo en el uso de los distintos equipos y antenas, deben poder solventar la mayoría de los problemas técnicos y además deben ser capaces de sacar el mayor rendimiento de sus equipos en las peores condiciones operacionales.
 
La patrulla argentina pasó la noche sobre la cima del monte Simon. Esa noche, los comandos sintieron por primera vez la dureza del clima de Malvinas. Las temperaturas cayeron bajo cero y los hombres fueron azotados por el viento. Para colmo de males, también cayó una fina capa de nieve. Los hombres se levantaron de sus vivacs ateridos de frío.
 
Después de comer algo para desayunar, su siguiente paso esa mañana, y casi con toda seguridad un hecho inédito en la historia de las fuerzas especiales, fue dividirse y alternativamente juntarse por grupos para rezar.
 
La proximidad a la que se suele operar de las posiciones enemigas y los escasos integrantes que las forman hacen que sea una norma sagrada entre las patrullas de comandos mantener la seguridad al máximo en todo momento, tanto cuando están en movimiento como cuando están en una LUP u OP. Debido a ello es un protocolo operativo estándar entre los miembros de las patrullas alternarse a la hora de realizar las diferentes tareas básicas, desde las personales como comer o defecar, hasta las operacionales, como contactar por radio, observar o limpiar el armamento.
 
Sin embargo el fervor religioso y la fuerte mezcla entre religión y milicia presente en aquellos años dentro del Ejército Argentino, hicieron que los comandos de la 1.a Sección de la 602 abandonaran por minutos su misión para dedicarse a la oración; una tarea muy lejos de ser básica y que podrían haber realizado de forma íntima e individualmente. Esto no solo debilitó a la patrulla durante esos minutos, sino que el hecho de moverse de sus puestos probablemente ayudó a delatar su posición.
 
Esta práctica de abandono de los procedimientos operativos para dedicarse a, llamémosles, «tareas ajenas a la misión», no fue solo cosa de los comandos del ejército. Otro ejemplo claro de esta práctica lo dio la fracción de comandos anfibios al mando del Cmte. Sabarots, grupo que asaltó el cuartel de los royal marines en Moody Brook durante la operación Rosario.
 
Los hombres de Sabarots sorprendentemente, en plena operación y mientras parte de sus camaradas se encontraban en medio del combate en la casa del gobernador, se olvidaron de todos los protocolos, formaron y en una pequeña ceremonia izaron la bandera argentina en el mástil del cuartel británico.
 
Al saltarse todos los procedimientos, ponerse a celebrar una victoría que todavía no habían conseguido y reunirse en una formación, pusieron en riesgo su misión y sus propias vidas, ya que el cuartel fácilmente podría haber sido trampeado con explosivos o su posición prerregistrada para ser sometida a fuego de mortero.
 
Siguiendo con la analogía del incendio y los bomberos, una vez superada la incompetencia de su capitán y con los hombres ya en el interior del edificio intentando llegar a los pisos superiores donde una familia se encuentra atrapada, ¿alguien se puede imaginar que por grupos y turnos los hombres dejaran de trabajar para ponerse a rezar? ¿O alguien se los imagina saliendo del edificio durante unos momentos para realizar una formación en honor a los bomberos muertos en anteriores incendios? ¿No, verdad? Sería una locura y un acto increíble de falta de profesionalidad. Pues exactamente lo mismo es lo que hicieron los comandos argentinos. Como comentó con ironía un gran instructor de comandos francés y amigo mío, al conocer este proceder de los comandos argentinos: «En operaciones hay que salir ya rezado».
 
Después de rezar, Vercesi tomó la decisión de abandonar la misión y comenzar el repliegue. La situación de los hombres tras la fría noche era penosa, la moral no era buena y alguno de ellos le sugirió que no aguantarían otra noche igual.
 
La mañana del día 30, la patrulla de comandos, mostrando una clara falta tanto de determinación como de preparación, comenzó el repliegue un día antes de lo previsto y en dirección a un punto, contra toda norma, no preestablecido como era Fitzroy.
 
Al hacerlo abandonaron la cita acordada con los helicópteros solo un día después, el 31 de mayo. Creo que no hace falta decir mucho más cuando se ve que una patrulla de comandos que, en teoría, debería estar preparada para soportar los más duros rigores, abandona su misión tras una sola noche de condiciones adversas pero tampoco especialmente difíciles.
 
Las condiciones que enfrentaron los miembros de la 602 en la cima del monte Simon fueron duras, pero nada que unos hombres preparados no pudieran haber soportado. Más aún cuando no afrontaban una operación de larga duración, les quedaba solo una noche antes de ser recogidos y no se enfrentaban tampoco, por ejemplo, a las condiciones extremas experimentadas por los SAS en el glaciar Fortuna. Pese a su falta de aclimatación, a estos hombres se les presuponía una experiencia previa en situaciones similares y, sobre todo, una gran determinación, fuerza psicológica y moral como comandos que eran; especialmente si se tiene en cuenta que algunos hombres, como el propio Vercesi, reclamaban tener el curso de montaña del Ejército Argentino. A la vista está, sin embargo, que su preparación tanto técnica como psicológica brillaba por su ausencia.
 
Podríamos citar infinidad de ejemplos, tanto de la historia militar como fuera de ella, de grupos de soldados, montañeros o simples civiles sin preparación alguna que enfrentaron condiciones muchísimo peores, durante más días y peor equipados y que simplemente se movieron a través de ellas y consiguieron sus objetivos o sobrevivieron. Pero nos limitaremos a un ejemplo más cercano, el de los hombres de la Cía. K del 42 Cdo. Los royal marines de la Cía. K fueron dejados en el monte Kent la noche del día 30 de mayo.
 
Debido a los pocos helicópteros disponibles y al escaso espacio en su interior solo llevaron consigo su equipamiento de combate y toda la munición que pudieron transportar, y dejaron atrás las mochilas con sus sacos de dormir.
 
En un monte ligeramente inferior en altura, pero conocido junto con el monte Usborne por sufrir los vientos más fuertes de la isla Soledad, los marines de la Cía. K demostraron lo que puede hacer un soldado profesional entrenado y con una fuerte moral.
 
Estos marines aguantaron siete días en condiciones atmosféricas muy difíciles, con sus ropas empapadas y sin sus sacos de dormir. Recordemos que aunque parte de los comandos de la 1ª Sección no llevaron sus sacos, al menos algunos de los comandos argentinos si que contaron con ellos y no estuvieron ni 24 horas en el monte Simon.
 
El puesto de observación de los comandos argentinos que más días aguantó en posición fue el del Cap. Jándula en el propio monte Simon, quien aguantó solo tres días, del 22 al 25 de mayo y que, al igual que Vercesi, también abandonó su misión de esperar a las patrullas que habían partido rumbo oeste. Pero incluso los conscriptos argentinos que permanecieron en sus posiciones de los montes alrededor de la capital desde mediados de abril, muchos con solo dos meses en el ejército, pese a poder construir refugios y estar en posiciones significativamente a menor altura, sin duda tuvieron mayor aguante y temple que los comandos argentinos.
 
Una de las razones que Vercesi da en alguna de sus entrevistas para abandonar su misión y dejar el monte, es que se encontraban ya tras las líneas enemigas y no tenía mucho sentido permanecer allí. Sorprendentemente, esa es en realidad la verdadera razón de ser de una patrulla de reconocimiento: permanecer oculta en el interior del dispositivo enemigo para averiguar lo que trama este.
 
En otro orden de cosas, como ya vimos y hay que repetir, la 1.a Sección de la 602 no llegó nunca a estar en el interior del dispositivo enemigo o tras las líneas enemigas. De hecho, en contra de lo repetido continuamente por los comandos argentinos en sus numerosos testimonios, en el transcurso de toda la guerra podemos considerar que solo una patrulla de comandos argentina estuvo tras las líneas enemigas: la patrulla de la APCA, que llegó a San Carlos al mando de Camiletti.Durante las horas que la patrulla de la Compañía 602 operó en el monte Simon, el grueso de las fuerzas británicas se encontraba en la bahía de San Carlos.
 
Adicionalmente, un grupo de combate, con el 2.o Batallón del Regimiento Paracaidista como principal fuerza, estaba en Goose Green y, por último, dos batallones británicos, el 3 PARA y el 45 Cdo, habían comenzado su avance por el norte de la isla Soledad en dos columnas separadas. Como ya vimos, la fuerza británica mas cercana era el 3 PARA y se encontraba a 10 km al norte en Teal Inlet, asentamiento donde había llegado el mismo día que la patrulla de la 602 al monte Simon.
 
Mientras se preparaban para partir, el Tte. 1.o Brun y el Tte. 1o Losito propusieron al Cap. Vercesi que les dejara marchar rumbo norte hacia Teal Inlet con el lanzador de misiles Blowpipe a fin de derribar alguno de los helicópteros británicos que se divisaban en el área.
En otra decisión incomprensible, Vercesi no se lo permitió, cortó la iniciativa de sus oficiales, y olvidó la otra parte de la misión que les había encomendado Parada.
 
Con ello impidió una de las pocas operaciones estratégicas con posibilidades de ser realizada por los comandos argentinos, probablemente asequible a su preparación dada su simplicidad, y que podía haber causado graves problemas a los británicos en el desarrollo de sus planes de campaña.
 
Cuando es entrevistado, Vercesi trata de justificar el rechazo a la propuesta de sus oficiales aduciendo varias razones. La primera es que la distancia hasta el lugar donde se divisaban los helicópteros en Teal Inlet era de 20 km, una distancia demasiado larga según él.
 
Sin embargo la realidad es que esta distancia era justamente la mitad, 10 km. Lo curioso es que, después de denegar el permiso a sus hombres, a continuación emprende la marcha, según su versión, en dirección a Fitzroy, poblado situado a 27 km. Como ya sabemos su verdadero objetivo no era otro que la casa de Top Malo.
 
El otro motivo que suele esgrimir para impedir a sus oficiales dirigirse al norte con el Blowpipe es que sin planificarla de forma detallada, la operación era prácticamente un acto suicida. La realidad es bien distinta y el motivo que nos da Vercesi es otra mera excusa. De hecho, los comandos argentinos no hubieran podido encontrar un objetivo más vulnerable, aunque lo hubieran buscado.
 
Los comandos de la 602 ya habían sido localizados, pero si no hubiera sido así, Vercesi perfectamente podría haber mandado una patrulla antiaérea de cuatro hombres que, marchando toda la noche, podría haberse colocado antes del amanecer en una posición desde la cual conseguir disparar sobre alguno de los helicópteros que volaban de San Carlos a Teal Inlet.
 
La operación tenía su riesgo, pero este era limitado, ya que vigilar un corredor de vuelo de más de 35 km, de San Carlos a Teal Inlet, es en la práctica, una tarea difícil. La afirmación de Vercesi sobre el riesgo de atacar a los helicópteros en el corredor aéreo contrasta con alguno de sus otros comentarios.
 
En esta parte de la historia, otro de los relatos que acostumbran a contar los comandos de la 1ª Sección de la 602 en sus entrevistas, es que la patrulla no sabía que el puesto de mando de Thompson estaba en Teal Inlet, y que si lo hubiera sabido habría sido una oportunidad única para atacarlo.
 
En alguna de estas entrevistas Vercesi incluso llega a afirmar que estuvieron a 500 m del HQ de la 3 Cdo Bde. En primer lugar, esta afirmación es falsa ya que el Brig. Thompson, excepto una visita relámpago en helicóptero el día 30, no llegó a Teal hasta el día 31.
 
En segundo lugar, llama la atención que para el capitán de la 602, atacar el corredor aéreo en Teal Inlet fuera una acción demasiado arriesgada y a realizar a demasiada distancia, y que atacar un puesto de mando de brigada en el mismo lugar, uno de los puntos más protegidos y con mayor seguridad en un conflicto, fuera una oportunidad única....(Continua con las 2ª y 3ª partes)
 


 
Una vez ya, se pusieron en marcha y de nuevo a plena luz del día, los comandos dieron una nueva lección de lo que no hay que hacer y de cómo no comportarse durante una patrulla.
 
El Tte. 1º Horacio Losito suele comentar en sus entrevistas que era práctica normal durante las marchas de los comandos, rotar las cargas cada cierto tiempo. Losito cuenta que cuando él decía «rotar el material», el que llevaba la ametralladora se la pasaba al siguiente hombre y recibía un Blowpipe, el que había llevado el Blowpipe recibía una radio, etc.213
 
Como ya comentamos, la seguridad debe ser en todo momento máxima dentro de una patrulla. Mientras avanzan, los hombres deben estar atentos continuamente a sus sectores de vigilancia. La práctica de pasarse el equipo de unos a otros va, una vez más, en contra de cualquier manual de operaciones especiales y de lo ense- ñado en cualquier curso de comando que se precie, y fue utilizada por todas las unidades argentinas.
 
El procedimiento estándar nos dice que a la hora de preparar la patrulla, el segundo al mando o en su defecto el propio líder, deben ser quienes se encarguen, entre otras muchas cosas, de verificar el equipo y de su distribución para que el peso vaya equilibrado. Así, por ejemplo, si uno de los miembros de la patrulla lleva la radio, otro lleva las baterías; si uno lleva una ametralladora, otro lleva las cajas o cintas de munición y otro lleva el equipo de primeros auxilios, etc.
 
Pero pasarse el material, con el añadido, como indica el Tte. 1º Losito, de realizar el proceso todos a la vez, primero, ralentiza la patrulla y, segundo, la hace vulnerable, ya que durante ese tiempo los hombres no solo dejan de vigilar sus respectivos sectores, sino que también, en el proceso, dejan de guardar las distancias de seguridad entre los miembros de la patrulla y se agrupan, con lo que ofrecen una oportunidad y un blanco más fácil al enemigo. Este tipo de prácticas puede provocar además situaciones inverosímiles.
 
Imaginémonos, por ejemplo, a la patrulla de Vercesi avanzando hacia Top Malo. Si sus hombres cumplieron con los protocolos nor- males en un terreno como el de Malvinas, deberían haber guardado una separación de seguridad de comando a comando de «como mínimo» doce metros. Esto nos daría que al estar compuesta por 13 comandos, la columna de marcha ocuparía una longitud de casi 156 m.
 
Ahora imaginémonos que mientras estaban en plena marcha, detrás de una colina les hubiera aparecido un Harrier o un helicóptero británico. Imaginemos que en ese momento el tirador de Blowpipe estuviera ocupando la décima posición y el Blowpipe estuviera en la segunda.
 
Según los procedimientos argentinos, ¿qué se supone que deberían haber hecho los hombres de la 1ª Sección de la 602? ¿Buscar cada uno su arma? En una situación hilarante y grotesca, el tirador de Blowpipe debería haber recorrido casi 100 m hasta llegar a su arma para, después de montarla, haber podido defender a su patrulla. Es algo simplemente inconcebible.
 
Los comandos argentinos caminaron directamente hacia la casa de pastores de Top Malo. Una vez cruzaron el arroyo Malo y ya en las inmediaciones de la casa, entraron en ella con precauciones. Es verdad que después de haber visto sus comportamientos previos ya nada debería extrañarnos, pero es imposible no seguir haciéndolo con estos hombres.
 
Cuando uno se imagina a los miembros del Equipo 1 del M&AW siguiendo los movimientos de la patrulla de la 602 en su aproximación a la casa, uno no puede evitar ponerse en la piel de los marines y se los puede imaginar mirándose entre sí con ojos incrédulos y diciendo: «Pero, ¿quiénes son estos tíos? ¿Saben lo que están haciendo? Después de pulular por ahí durante el día ¿ahora, además, se van a meter en la casa a pasar la noche?».
 
Al igual que ya vimos con las cimas de los montes, existen otros puntos como puentes, cruces de caminos, fuentes de agua o, como en este caso, casas, que están considerados como sitios a evitar por su peli- gro. Este tipo de lugares atraen la atención del enemigo y suelen ser objeto de vigilancia por si acaso se da la fortuna de que alguna cándida unidad enemiga se acerque a ellos. Y no solo eso, pueden con- vertirse en una auténtica ratonera, estar minados o vigilados, o sus coordenadas prerregistradas para ejecutar una emboscada artillera.
 
Los edificios aislados no son lugares tácticos para las patrullas, limitan normalmente la visibilidad y la libertad de movimientos y se lo ponen fácil al enemigo. Incluso asumiendo los errores previos y que los comandos argentinos, al no aguantar el clima, hubieran decidido entrar en la casa, ¿no hubo ninguna mente lúcida dentro de la patrulla a la que se le ocurriera entrar en ella una vez anochecido? Una táctica más lógica y segura hubiese sido, por ejemplo, marchar sobrepasando la casa, dejarla atrás engañando a un posible observador enemigo y, una vez anochecido, cambiar de rumbo y volver a ella.
 
Otro sistema similar pudiera haber consistido en comenzar a marchar, establecer una LUP o un falso OP y, tras anochecer, levan- tar la LUP y dirigirse a la casa; todo con el propósito de que si existía algún OP británico observando, no viera a la patrulla entrar al edi- ficio. Es muy probable que los comandos de la 602 no tuvieran los conocimientos necesarios y que el frío les apremiara a entrar en la casa, pero solo tendrían que haber aguantado un poco más y haber pensado con un poco de lógica para haber reducido considerable- mente los riesgos.
 
Estas no eran unas tácticas extrañas en el mundo de las fuerzas especiales. En Vietnam, por ejemplo, las patrullas estaban obligadas a marchar de día, ya que en la jungla no se efectúan movimientos nocturnos. A la hora de establecer cada día su LUP, lo normal era que esperaran a que se echara la noche antes de esconderse en algún lugar con densa maleza. De esta manera, se favorecía que si algún rastreador norvietnamita o del Vietcong estaba siguiéndolos, al oscurecer les perdiera la pista y no pudiera rastrear a la patrulla hasta su LUP.
 
Increíblemente, lo único que se atisba en este comportamiento naif de la patrulla argentina es que, o ni siquiera se les pasaba por la cabeza la posibilidad de que pudieran estar siendo observados o los dominaba un ansia desmedida por huir del frío y resguardarse. Esta mala praxis de los comandos argentinos fue repetida en más de una ocasión y en diferentes lugares, y se evidenció, por ejemplo, solo cinco días antes en la misma casa de Top Malo en una patrulla de la 601, al mando del Cap. Jándula.
 
La entrada en la casa de Top Malo pasó a la historia como el gran error de los comandos de la 1ª Sección de la 602, olvidándose otros errores bastantes más graves, como alguno de los que ya hemos visto. Pero después de todo esto, la guinda del pastel increíblemente todavía estaba por llegar.
 
Cuando la patrulla entró en la casa, el Cap. Vercesi en el colmo de los colmos, como se suele decir, decidió no colocar centinelas en el exterior. En vez de esto, situó únicamente uno en el interior, en una habitación con ventana del piso superior; o, lo que es lo mismo decir, no colocó centinelas.
 
Los testimonios históricos consideran la ausencia de guardia nocturna o dormirse durante ella, una de las primeras faltas que los primeros grupos militares organizados, los más primitivos, penaron con castigo.
 
Ambas acciones eran consideradas errores de una gravedad extrema, ya que dejaban indefenso a un grupo concreto cuando más vulnerable era: mientras descansaba o dormía.
 
La misma historia nos cita ejemplos de este tipo de casos, desde las guerras cántabras de Roma a cualquiera de los ejércitos en la Segunda Guerra Mundial.
 
Sin duda si estos hombres hubieran pertenecido al ejército romano de hace dos mil años, habrían sido ajusticiados como castigo por su error. En los tiempos actuales no habrían sido ajusticiados, pero ciertamente en cualquier ejército occidental moderno, la condena más leve que sus oficiales hubieran recibido habría sido su expulsión al considerar su conducta como deshonrosa y vergonzosa, eso contando con que no hubiesen sido sometidos ante un tribunal militar.
 
Durante la guerra varias fueron las veces que los comandos del ejército siguieron este comportamiento. Muy llamativa es la ocasión en que en uno de sus recorridos por las islas, una patrulla de la 601, al mando del Tte. 1º González, pasó la noche encerrada en una casa en el medio del asentamiento de Port San Carlos, igualmente sin apostar centinelas en el exterior. Nos podemos imaginar lo que podría haber pasado si los habitantes locales, por supuesto, pese a las apariencias, todos ellos población hostil para las fuerzas argentinas, hubieran estado en contacto con alguna patrulla británica en la zona.
 
Cuando oímos al Cap. Vercesi justificar la entrada en la casa de Top Malo, el oficial argentino defiende su indefendible decisión argu- mentando que debían hacerlo, ya que los hombres estaban cansados y mojados y necesitaban reponerse para continuar la marcha.
 
Después de oír los testimonios de Vercesi y de algunos de sus hombres, varios de los cuales por cierto manipulan los hechos para decirnos que entraron en la casa ya de noche o casi de noche, muchos asumen inconscientemente que los comandos argentinos no necesitarían más que unas pocas horas para descansar, secarse y continuar con su misión.
 
Pero a los comandos de la 602 del Ejército Argentino no les bastaron con unas horas para reponerse, secarse y dormir un poco. Tampoco les bastó con ocho horas, un periodo que todos consideraríamos más que razonable. Ni siquiera con el doble, 16 horas.
 
El Equipo 1 del M&AWC avistó a los comandos ingresando a la casa a las 15:00 hora local. Ese día en Malvinas el sol se ponía a las 15:59 h y se hacía de noche por completo a las 16:37.
 
Cuando la patrulla de Vercesi ingresó en la casa faltaba una hora para que se pusiera el sol y más de hora y media para que oscureciera. De hecho, ese día el tiempo alternó entre rachas de mal tiempo con ventiscas y niebla, y rachas de buen tiempo en las que incluso se llegó a ver el sol.
 
Este buen tiempo y la buena luz les permitió a los marines del Equipo 1 observar perfectamente a la columna de comandos argentinos desplazarse sobre la nieve, cruzar el arroyo Malo y posteriormente entrar en la casa; todo ello desde su OP a casi dos km de distancia al norte.
 
El día siguiente, 31 de mayo, el M&AW atacó la casa a las 9 h local. Ese día en Malvinas comenzaba a amanecer a las 07:10 h y el sol salía a la 07:49 h.
 
Pese a muchas narraciones falsas o manipuladas del combate, como la del Tte. 1º Duarte, quien en su libro nos cuenta que Espinosa detectó a los marines a las 08:00, hora argentina, o sea 07:00 hora local cuando todavía no había acabado de amanecer.
 
Los hechos son que cuando los británicos atacaron había comenzado a amanecer hacía casi dos horas y el sol estaba en el horizonte hacía más de una hora. Este sol fue el que probablemente delató a los británicos en su aproximación final a la casa, ya que como nos cuentan varios de los comandos de la 602, un rayo de sol se debió reflejar en alguna parte de su equipo y los alertó de la presencia británica.
 
Los hombres de Vercesi llevaban en la casa unas increíbles 18 horas cuando fue asaltada por los montañeros del M&AW. Pero es que, además, pese a haber oído y visto el helicóptero británico, hecho que según todos los testimonios argentinos les hizo acelerar sus preparativos para dejar la casa, todavía no habían comenzado a abandonarla cuando fueron atacados.
 
Intriga saber cuánto tiempo más hubieran permanecido en la casa si no hubiesen sido asustados por la presencia del helicóptero. La ingenuidad de estos hombres se refleja en el hecho de que pese a que el helicóptero británico pasó cerca de la casa a las 08:15 h, a las 9 h todavía no la habían abandonado.
 
Tres cuartos de hora en que, en vez de salir de la casa como alma que lleva el diablo y montar una posición defensiva o reple- garse lo más rápido posible, se limitaron a recoger sus equipos con tranquilidad, confiando en que no hubiesen sido vistos o en que ellos se hubieran equivocado y el helicóptero que habían alcanzado a ver no fuera británico sino argentino.
 
Este último episodio reveló otro incomprensible error de los comandos argentinos: la no realización de «alertas matutinas y ves- pertinas».
 
La práctica de estas alertas es procedimiento estándar no solo entre las fuerzas especiales, sino en cualquier tipo de unidad que se ha establecido en una posición. La razón de esta práctica es debida a que, durante los dos crepúsculos, las posibilidades de sufrir un ataque son mucho mayores en virtud de que la oscuridad ofrece grandes ventajas tanto a la hora de la aproximación a un objetivo con enemigo, como a la hora de replegarse después de un ataque.
 
En las pequeñas patrullas la práctica es simple y consiste en ponerse en estado de alerta momentos antes de los crepúsculos. Los hombres se sitúan vigilantes en los 360º, con sus equipos y mochilas recogidos y preparados para lo peor.
 
Como acabamos de ver, si a la hora del ataque británico los comandos de la 602 no estaban listos todavía ni siquiera para abandonar la casa, todos podemos imaginarnos el estado de alerta y preparación en el que se encontraba la patrulla argentina casi dos horas antes cuando comenzó a amanecer el día 31 de mayo.
 
Una vez comenzado el ataque por parte de los royal marines del M&AW, los comandos de la 602 salieron de la casa bajo el fuego enemigo y como pudieron llegaron al lecho de un pequeño arroyuelo en cuyo talud se parapetaron.
 
Aquí fue donde, ya con dos muertos, varios heridos y el grupo de fuego británico posicionándose en el flanco derecho de los comandos argentinos para rematarlos, el Cap. Vercesi, en la que quizás fue su única decisión acertada, resolvió olvidarse de uno de los lemas de los comandos argentinos: «Dios y Patria o Muerte», y rindió la patrulla evitando con ello la aniquilación completa de sus hombres.
 
Muchos han criticado la decisión de Vercesi y, sin duda, hubiera sido un acto heroico luchar hasta la muerte, pero no es de cobardes ni tiene nada de vergonzoso rendirse cuando están en juego las vidas de tus hombres y, sobre todo, cuando tu misión ya no puede ser cumplida. En este punto y como cosa graciosa comentaremos que para otros, como el Tte. 1º Duarte, Vercesi no se rindió sino que ordenó un alto el fuego.215 En fin, no hace falta decir mucho más cuando se leen este tipo de cosas.
 
Con los hombres de la 1ª Sección en sus manos y ya inmovilizados, los hombres del M&AW no necesitaron interrogar a sus prisioneros para saber quiénes eran y a qué unidad pertenecían.
 
A primera vista, los marines pudieron apreciar en los uniformes argentinos emblemas de rango y de paracaidista. Del mismo modo, en los primeros registros hallaron varias boinas verdes con el emblema y la palabra comando en ellas, información que inmediatamente comunicaron a su base.
 
Junto a las boinas verdes también encontraron la boina negra del Cabo 1º Delgadillo con un emblema que apuntaba a una unidad acorazada o mecanizada, esta boina al principio confundió a los interrogadores británicos hasta que estos averiguaron por qué uno de los hombres pertenecía a otra unidad.
 
Esta mala praxis consistente en no eliminar y esterilizar previamente todo posible elemento identificativo en el equipo antes de salir en una misión, fue un mal hábito practicado por todas las unidades de comandos argentinas, sin excepción.
 
Además nos revela que los líderes de patrulla argentinos se saltaban el paso básico de la inspección de equipo previa a la salida. Esto ayudó a que cuando miembros de estas unidades fueron hechos prisioneros, como por ejemplo los comandos anfibios de la APCA en el monte Kent, sus emblemas y prendas identificativas de unidad permitieran a los oficiales de inteligencia británicos obtener todavía más información de ellos. El Cabo Ppal. Carrasco de la
215 J. Martiniano Duarte. Loco, vano y mal cristiano.
 
APCA, capturado en Teal Inlet después de entregarse a los isleños, recuerda un momento en el que durante su interrogatorio el interrogador le mostró su propia boina, en el interior de la cual, además, estaban escritos su nombre y grado. Carrasco relata cómo se sintió descubierto, y se arrepintió de no haber revisado los bolsillos de su mochila antes de salir para la misión.
 
En las últimas décadas, en las unidades especiales de primera línea, es prácticamente imposible ver a uno de sus miembros actuando en operaciones fuera de su base y llevando boina o alguna prenda identificativa.
 
En Malvinas por ejemplo ni un solo miembro del SAS o del SBS actuó en operaciones portando su boina o llevando identificación alguna, boina que por otro lado, en el SBS era la misma que el resto de royal marines, ya que en el 82 el SBS todavía no tenía distintivo de boina propio. Los que si llevaron sus boinas en Malvinas fueron los miembros del M&AW, aunque debemos recordar que, aunque en este libro los hemos considerado fuerzas especiales por su preparación, solo eran instructores en guerra ártica y de montaña de la Infantería de Marina británica. Una excepción y un ejemplo del uso de la boina en operaciones es precisamente el SAS en algunas ocasiones en Irlanda del Norte.
 
El temor que se le tenía al SAS dentro de los grupos paramilitares repúblicanos provocaba que, ante el simple avistamiento en un área, de soldados con la boina beige en la cabeza, estos paralizaran sus actividades durante varios días.
 
Hecho que las fuerzas de seguridad utilizaron a su conveniencia en determinados momentos. Pero lo opuesto es la norma y lo normal es que ninguna unidad especial quiera que sus miembros sean recono- cidos o identificados. Aquí y de nuevo podemos poner de ejemplo al SAS, unidad que en diferentes conflictos ha equipado a sus miembros con boinas y prendas de regimientos regulares para que su presencia pasara desapercibida.
 
Después de su captura, los comandos de la 602 comenzaron su etapa como prisioneros. El comportamiento como prisioneros de los comandos argentinos es otro punto interesante a tratar dentro de su actuación......
 
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Después de su captura, los comandos de la 602 comenzaron su etapa como prisioneros. El comportamiento como prisioneros de los comandos argentinos es otro punto interesante a tratar dentro de su actuación.
 
Como hemos mencionado, al momento de ser capturados, los británicos, gracias a los propios hombres de Vercesi ya sabían que estaban ante comandos argentinos. Aprovechando esta circunstancia y el estado de shock en el que se encontraban los prisioneros, Boswell trató de obtener algo de información.
 
Los comandos argentinos se mostraban comunicativos, pero las dificultades del idioma hicieron que Boswell solo pudiera obtener en claro de ellos el nombre de su unidad, la Compañía de Comandos 602.
 
Poco después, mientras los comandos heridos eran trasladados al hospital de campaña británico en la bahía Ajax, los cinco comandos ilesos fueron trasladados a Teal Inlet. Con ellos viajó la información descubierta sobre la nueva compañía de comandos, desconocida hasta entonces para los británicos.
 
Cuando llegaron a Teal Inlet, los comandos, aunque todavía con ganas de hablar, empezaban a salir del shock y a ser conscientes de que sus vidas iban a ser respetadas. Este factor, añadido de nuevo a los problemas del idioma y a la falta de intérpretes, hizo que el oficial de inteligencia del 45 Cdo solo obtuviera un nuevo dato en claro del interrogatorio al que fueron sometidos: el nombre del jefe de la compañía, el Mayor Rico.
 
En vista de la imposibilidad de comunicarse adecuadamente con los prisioneros, esa misma tarde los cinco fueron transportados en helicóptero hasta el asentamiento de San Carlos, donde se encontraba el centro de interrogatorio de la 3 Cdo Bde.
 
Para la noche del día 31, el personal de inteligencia de la brigada comando ya había conseguido un cuadro perfectamente claro de la Compañía 602. Entre los datos obtenidos estaban su composición, el origen de sus miembros, su formación, la misión de la patrulla, su base en Stanley, información sobre la Compañía 601, etc.
 
Alguien puede pensar que es triste o vergonzoso que personal de una unidad de comandos acabara hablando y dando información al enemigo. Aquí también estaría bien recordar de nuevo al lector que las películas son solo eso, películas.
 
No importa el entrenamiento que tenga un comando, si es capturado por enemigos sin escrúpulos y sometido a interrogatorio es prácticamente imposible que no acabe hablando. Lo que llama la atención en el caso de los comandos argentinos capturados es que muchos de ellos hablaron precisamente sin siquiera ser presionados.
 
Algunos de ellos reclaman que fueron desnudados sobre la nieve y que recibieron algunas patadas e incluso sufrieron algún simulacro de fusilamiento. Nada de esto se puede comprobar, pero la historia nos dice que es muy probable que sus afirmaciones sean ciertas.
 
Pese a que un ejército en general cumpla con las reglas de la Convención de Ginebra, como lo hacía el británico, es casi imposible evitar que un soldado que está vigilando a un prisionero se exceda con este en ciertos momentos o incluso que los oficiales dejen a sus hombres ablandar un poco a los prisioneros.
 
Aun así, todo comando que es capturado sabe el tratamiento que puede esperar de sus captores, sabe que si su enemigo no respeta las convenciones y carece de reglas éticas y morales acabará hablando; y sabe también que, aunque su objetivo sea no hablar, el objetivo más realista en este caso no tiene que ser que no le saquen información, sino que se la saquen lo más tarde posible para no poner en riesgo las posibles operaciones en curso.
 
El trato que recibieron los comandos argentinos capturados, incluso aceptando que son verdaderas sus acusaciones de ciertos malos comportamientos por parte de los británicos, puede ser considerado más que benévolo. Recordemos que los heridos fueron atendidos inmediatamente y que los comandos nunca fueron torturados.
 
En otro orden de cosas, habría que recordar que todo miembro de las unidades de fuerzas especiales debería haber pasado durante su periodo de entrenamiento por una fase de adiestramiento en la que habrá vivido situaciones bastante peores, fase en la que se le habrá enseñado lo que puede esperar en el momento de su posible captura y cómo afrontarlo.
 
El curso de comandos del EA por el que pasaron los miembros de las distintas unidades argentinas tenía una de estas fases, también denominada de resistencia al interrogatorio o de trato de prisioneros. Pero dicha fase no pareció servir de mucho a los comandos de la Cía. 602, los cuales suministraron abundante información a la inteligencia británica.
 
El mismo comportamiento observó el Cap. de Corbeta Camiletti, líder de la patrulla de la APCA, quien, al llevar mucho más tiempo en la isla que los hombres de la 602, además de dar todos los detalles posibles sobre su propia patrulla pudo aportar numerosa y valiosa información a los británicos sobre la situación de las fuerzas argentinas en los alrededores de Stanley.
 
Este autor no ha encontrado la información británica sobre los interrogatorios al resto de comandos anfibios de la APCA, pero todo apunta a que los británicos también pudieron obtener valiosa información de algunos de ellos. Como un detalle curioso y, sobre todo jocoso, merecen ser destacados los relatos sobre su interrogatorio ofrecidos por el Cabo Ppal. Carrasco. Según Carrasco, durante su interrogatorio, los británicos al ver que no conseguían sacarle ninguna información, cambiaron de táctica y quisieron ganárselo por las buenas.
 
Cuando se acercó la noche, le preguntaron qué menú quería para cenar, a lo cual él con- testó que legumbres con huevos fritos y churrasco. Al rato le hicieron sentarse en una mesa donde su pedido fue satisfecho. Después le ofrecieron chocolate y té caliente. Una vez acabó, lo volvieron a interrogar y como no quiso hablar lo golpearon en el estómago hasta que vomitó. Tras un par de horas, fue llevado al hospital enemigo donde de nuevo los británicos intentaron ganárselo por las buenas y le fueron presenta- das dos señoritas jóvenes vestidas con prendas transparentes.
 
La historia de Carrasco, además de hacernos reír, nos avisa sobre el peligro de ver demasiadas películas de espías tipo James Bond. Por supuesto, Carrasco afirma que no dio una sola información a sus interrogadores, aunque ya hemos visto en páginas anteriores la fiabilidad de sus testimonios.
 
El día que salga a la luz el informe británico sobre el resultado del interrogatorio a este hombre probablemente muchos todavía se reirán más que con la historia de las señoritas en ropa transparente.
 
Por otro lado y al contrario que Camiletti, quien no estaba capacitado como comando, hubo otros prisioneros de los británicos que, aunque estando titulados como comandos, no pertenecían a ninguna de las unidades de fuerzas especiales argentinas y también demostraron no estar a la altura una vez fueron hechos prisioneros.
 
Caso muy conocido es el del Sgto. Martin Colque, del RI25, una fuente de importante información para los británicos sobre la situación en Goose Green.220 Nick Van der Bijl, el sargento del Cuerpo de Inteligencia británico que realizó la mayor parte de los interrogatorios a los prisioneros argentinos, recuerda que después de pasado un tiempo, prácticamente todos los prisioneros argentinos acababan queriendo hablar, incluso los miembros de las fuerzas especiales.
 

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