1 DE ABRIL

La Orden de Operaciones Nº 1/82 “S” =Arenga del Contraalmirante Carlos Alberto Büsser a su tropa en navegación =Parte del diálogo telefónico mantenido entre los presidentes norteamericano (Ronald Reagan) y argentino (Leopoldo Fortunato Galtieri) la noche del 1° de abril =Malvinas 40 años – La Fuerza de Tareas 40

El 1 de abril el Estado Mayor General Naval recibió la Orden de Operaciones Nº 1/82 “S” para “ocupar Grytviken y mantener Leith a fin de asegurar el dominio de las “islas Georgias”, para lo que ordenó a la corbeta misilística ARA Guerrico, al mando del capitán de fragata Carlos Alfonso, unirse al ARA Bahía Paraíso, equipado con dos helicópteros de la Agrupación Antártica (1 Puma del Ejército Argentino, 1 Alouette del Comando de Aviación Naval de la Armada Argentina) y un grupo de 40 infantes de marina al mando del teniente de navío Guillermo Luna que se unieron a las fuerzas de Astiz en Puerto Leith. Hasta esa fecha las Georgias del Sur no habían estado comprendidas en el Teatro de Operaciones Malvinas.

Con las unidades disponibles se formó el Grupo de Tareas 60.1, con César Trombetta como comandante, formado por las unidades:

  • 60.1.1. Buque polar ARA Bahía Paraíso, al mando del capitán de fragata Ismael J. García.
  • 60.1.2. Corbeta ARA Guerrico, al mando del capitán de fragata Carlos Alfonso.
  • 60.1.3. Fracción del Batallón de Infantería de Marina N° 4 (BIM 4) con 40 hombres, al mando del teniente de navío Guillermo Luna.
  • 60.1.4. Dos helicópteros de la Agrupación Antártica: 1 Puma del Ejército y 1 Alouette del Comando de Aviación Naval de la Armada.
  • 60.1.5. Grupo de buzos tácticos y comandos anfibios (14 hombres), al mando del teniente de navío Alfredo Astiz.

Cuarto día de navegación para la flota de mar argentina que se dirige a Malvinas. La tormenta que los azota hace dos días calma un poco, el personal continúa mareado pese a ser hombres de mar. Ni imaginar como estarían los Infantes del 25, hombres de tierra firme. Lo que todo el personal tenía en común era la intriga ¿adónde íbamos?.-

A las 18,30 horas el Sr Comandante Carlos Busser, en una patriótica arenga comunica la misión que tienen, “recuperar las Islas Malvinas”

Arenga del Contraalmirante Carlos Alberto Büsser a su tropa en navegación


“Soy el Comandante de la Fuerza de Desembarco, integradas por los efectivos de la Infantería de Marina y del Ejército Argentino embarcados en este buque, de algunas fracciones a bordo del Destructor Santísima Trinidad y del Rompehielos Almirante Irizar y de los Buzos Tácticos embarcados en el Submarino Santa Fe.

Nuestra misión es la de desembarcar en las Islas Malvinas y desalojar a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran en ellas. ESO ES LO QUE VAMOS A HACER.


El destino ha querido que seamos nosotros los encargados de reparar estos casi 150 años de usurpación.

En estas Islas vamos a encontrar una población con la que debemos tener un trato especial. Son habitantes del territorio argentino y por lo tanto deben ser tratados como lo son todos los que viven en la Argentina.

Ustedes deberán respetar estrictamente la propiedad privada y la integridad de todas las personas. No entrarán a ninguna residencia privada si no es necesario por razones de combate. Respetarán a las mujeres, a los niños, a los ancianos y a los hombres.

Serán duros con el enemigo, pero corteses, respetuosos y amables con la población de nuestro territorio, a los que debemos proteger. Si alguien incurre en violación, robo o pillaje, le aplicaré en forma inmediata la pena máxima.

Y ahora, con la autorización del señor Comandante del Grupo de Transporte, quiero expresar que lo que haga la Fuerza de Desembarco será el resultado de la brillante tarea que los integrantes de ese grupo ya han realizado.

Gracias por traernos hasta acá y gracias por ponernos mañana en la playa. No dudo que el coraje, el honor y la capacitación de todos ustedes nos dará la victoria.

Durante mucho tiempo hemos estado adiestrando nuestros músculos y preparando nuestras mentes y nuestros corazones para el momento supremo de enfrentar al enemigo. ESE MOMENTO HA LLEGADO!!.

Mañana serán ustedes los vencedores. Mañana mostraremos al mundo una fuerza argentina valerosa en la guerra y generosa en la victoria.

¡QUE DIOS LOS PROTEJA!. Ahora dirán conmigo; ¡VIVA LA PATRIA!!!!!”

En navegación ARA “Cabo San Antonio”, 1º de abril de 1982 a las 18:30 horas.
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Como consecuencia de la ejecución de esta operación se sucedieron una serie de reuniones y conversaciones de alto nivel a fin de evitar la reconquista por parte de argentina. La noche del día 1 de abril el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, se comprometió ante Thatcher a hablar con la Junta militar para evitar el ataque. No obstante, su conversación telefónica con Leopoldo Galtieri fue infructuosa.


La siguiente es la transcripción de una parte del diálogo telefónico mantenido entre los presidentes norteamericano (Ronald Reagan) y argentino (Leopoldo Fortunato Galtieri) la noche del 1° de abril, aproximadamente a las 22:00 hs.

REAGAN: Señor Presidente, tengo noticias confiables de que la Argentina adoptará una medida de fuerza en las Islas Malvinas. Estoy, como usted comprenderá, muy preocupado por las repercusiones que una acción de ese tipo podría tener. Quiero manifestarle, señor Presidente, la preocupación de los Estados Unidos y la necesidad de que se encuentre una alternativa al uso de la fuerza.

GALTIERI: Ante todo quiero agradecerle su preocupación, señor Presidente. Deseo recordarle que mi país ha mantenido en ese litigio con Gran Bretaña una actitud permanentemente favorable a la negociación, como lo demuestran los 17 años de conversaciones infructuosas en el marco de la Naciones Unidas que hemos encarado con una nación que, hace más de un siglo y medio, usurpó por la fuerza un territorio que, por derecho, pertenece a la Argentina. Nuestra vocación negociadora sigue siendo inalterable, pero también la paciencia del pueblo argentino tiene un límite. Gran Bretaña ha amenazado a ciudadanos argentinos que se encuentran legítimamente en las islas Georgias del Sur y mi gobierno tiene la obligación de protegerlos. Además, el Reino Unido persiste en desoír los reclamos argentinos para poner término a la negociación y no ha respondido a la última propuesta que le hemos formulado para agilizar el trámite. Quiero reiterarle, señor Presidente, que nuestra vocación negociadora no ha variado.

REAGAN: Lo comprendo, señor Presidente, pero estimo imprescindible continuar con las conversaciones y buscar una alternativa al uso de la fuerza. Créame, señor Presidente, que tengo buenas razones para afirmar que Gran Bretaña respondería con la fuerza a una acción militar argentina.

GALTIERI: La Argentina siempre ha estado en favor de una solución pacífica a este litigio. Solo es posible hallar la alternativa que Usted solicita, señor Presidente, en un reconocimiento por parte del Reino Unido de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas. Y ese reconocimiento tendría que ser explícito y público para no dejar dudas.

REAGAN: Comprendo su posición, señor Presidente, pero es muy difícil que el Reino Unido pueda efectuar ese reconocimiento en forma inmediata y en estas condiciones, es decir bajo amenaza de una acción militar. Mi gobierno está dispuesto, señor Presidente, a ofrecer sus buenos oficios para que se reanuden las conversaciones y llegar a una solución del problema. Si su gobierno lo estima conveniente, yo puedo enviar al vicepresidente Bush a Buenos Aires para mantener conversaciones y comenzar a encontrar una solución negociadora a la situación que se plantea. Además, en el ámbito de las Naciones Unidas se puede hallar también esa fórmula adecuada. La embajadora Kirkpatrick está dispuesta a asistir a las partes en este proceso. Usted conoce bien a la embajadora Kirkpatrick, señor Presidente, y sabe cómo podría trabajar en ese sentido.

GALTIERI: Aprecio su ofrecimiento, señor Presidente, pero deseo que tenga presente que hemos venido negociado infructuosamente a lo largo de 17 años en las Naciones Unidas. Están las resoluciones de su asamblea general la que instó reiteradamente a las partes a hallar una solución negociada a esta disputa de soberanía. En los hechos, señor Presidente, el Reino Unido ha prestado oídos sordos a esos llamados. Precisamente en febrero pasado, en Nueva York, mi gobierno entregó una nueva propuesta a los representantes británicos que fue elaborada teniendo en cuenta los contenidos de las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas. Hasta el momento no hemos recibido ninguna respuesta de Londres, a pesar de que la aguardamos con prudencia y paciencia en la voluntad de encontrar una solución pacífica.

REAGAN: Sin embargo, no escapará a su comprensión, señor Presidente, que un conflicto de esta naturaleza repercutirá en todo el hemisferio y creará una situación de grave tensión. Además, se produciría en un momento en que nuestros comunes esfuerzos por mejorar la relación bilateral están dando frutos, después de la situación difícil por la que atravesó durante la administración del presidente Carter. Esa relación especial que existe hoy podría sufrir gravemente. Es necesario, señor Presidente, encontrar una solución pacífica y evitar el uso de la fuerza.

GALTIERI: El gobierno argentino, señor Presidente, valora en toda su dimensión la relación con los Estados Unidos. Por eso deseo que tenga presente que no es mi país el que buscó la actual situación, que estaba en su espíritu encontrar una solución y que ésta aún puede ser hallada si Gran Bretaña reconoce esta misma noche la soberanía argentina sobre las islas Malvinas.

REAGAN: Ese reconocimiento es imposible en este momento. Si la alternativa es un desembarco argentino, el Reino Unido dará, le aseguro señor Presidente, una respuesta militar. Qué sucederá con los dos mil isleños, señor Presidente?….

GALTIERI: Tenga usted la certeza de que el gobierno argentino ofrecerá expresamente todas las garantías a los habitantes de las islas Malvinas. Mantendrán su libertad, su libre albedrío, su propiedad. Podrán permanecer en las islas o emigrar a Gran Bretaña, según lo estimen conveniente. Podrán optar por ser ciudadanos argentinos o británicos, y podrán emigrar a los Estados Unidos si lo desean.

REAGAN: Señor Presidente, creo que es mi obligación advertir a usted que Gran Bretaña está dispuesta a responder militarmente a un desembarco argentino. Así me lo ha hecho saber el Reino Unido. Además, la señora Thatcher es una mujer muy decidida y ella tampoco tendría otra alternativa que dar una respuesta militar. El conflicto será trágico y tendrá graves consecuencias hemisféricas.

GALTIERI: Le repito, señor Presidente, que la Argentina no buscó esta situación y que la voluntad negociadora de la Argentina ha quedado inequívocamente demostrada en los últimos 17 años de conversaciones.

REAGAN: Debo entender de sus palabras, señor Presidente, que la Argentina mantiene su posición respecto al uso de la fuerza. No quiero dejar de puntualizar claramente, entonces, que la relación entre su país y el mío sufrirá gravemente. La opinión pública norteamericana y mundial adoptarán una actitud negativa frente al uso argentino de la fuerza. Además, el esfuerzo que he puesto para construir aquella relación se verá gravemente afectado. Gran Bretaña, señor Presidente, es un amigo muy estrecho de Estados Unidos, y la nueva relación que hoy mantiene Washington con la Argentina se verá irremediablemente perjudicada.

GALTIERI: La Argentina lamenta realmente esta situación, señor Presidente. Pero la realidad es que la capacidad negociadora y la actitud pacifista de mi país tienen un límite. El de las islas Malvinas es uno de los últimos casos de colonialismo en el mundo y, en particular, en el continente americano. No hemos llegado a esta situación sin haber agotado antes todas las instancias negociadoras. No hemos sido responsables de la creación de esta situación. Los ingleses no son ni han sido nuestros enemigos. Yo deseo pedirle, señor Presidente, que Estados Unidos brinde todo su apoyo para que esta situación pueda superarse de la mejor forma posible. Es preciso que Estados Unidos comprenda el límite al que llegó la Argentina. Mi país y mi gobierno esperan que Estados Unidos actúe como un amigo de británicos y argentinos por igual para poder superar la presente situación.

REAGAN: Solo puedo decir, que lamento no haber tenido éxito al trasmitirle mi preocupación por el efecto de esta situación en el futuro del hemisferio. Intenté crear un buen caso para persuadirlo de que no recurriera al uso de la fuerza, pero no podía dejar de llamarlo precisamente porque sé cuáles serán las consecuencias de esta acción argentina.

GALTIERI: La Argentina y el pueblo argentino, señor Presidente, le agradecen este gesto; y la Argentina y su pueblo esperan que Estados Unidos comprenda su posición. Le agradezco profundamente su llamado, su gestión, señor Presidente, y deseo sinceramente que este diálogo nuestro pueda continuar.


El 1° de abril de 1982, antes del desembarco de nuestras Fuerzas, el secretario de Estado estadounidense, general Alexander Haig, convocó en Washington a nuestro embajador, doctor Esteban Tackacs, y le manifestó conocer la operación en marcha, pidió su inmediata detención y ofreció sus buenos oficios como mediador.

No omitió advertirle que, si desataba una guerra, los Estados Unidos apoyarían al Reino Unido. El embajador comunicó esto al Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Nicanor Costa Méndez, quien se lo transmitió al presidente Leopoldo Fortunato Galtieri.

El 1 de abril, a las 21,18, en el marco de fuertes oleajes, la Fragata Santísima Trinidad se detuvo en la boca occidental de Bahía Enriqueta, comienza a ejecutarse la Operación Rosario (toma militar de las Islas Malvinas).

El primer grupo de 21 botes de goma se desprendió del ARA Santísima Trinidad transportando a 84 comandos anfibios y buzos tácticos bajo el mando del Capitán de Corbeta Guillermo Sánchez-Sabarots.

A las 22,45, el grueso de la Agrupación de Comandos Anfibios salió del buque en 19 embarcaciones destacándose, inmediatamente, el destructor en su zona de patrullado. Desembarcaron en Mullet Creek sobre las 23,00.

A esa misma hora, el submarino ARA Santa Fe libró a otros diez buzos tácticos para colocar balizas de radionavegación y ocupar el faro Cabo San Felipe (Pembroke). Cuando el Santa Fe emergió, fue detectado por el radar de navegación del buque costero Forrest, con lo que se iniciaron las hostilidades.

A las 23,40, en la zona del aeropuerto se observó una bengala verde y, al poco tiempo, fue apagado el faro San Felipe.

La fracción que había desembarcado en Mullet Creek se subdivide en dos, una al mando del capitán de corbeta Sánchez Sabarots con la misión de tomar el cuartel de los Royal Marines en Moody Brook y la otra a cargo del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giachino con la misión de capturar al Gobernador de las Islas que se encontraba en su residencia.


1º de abril de 1982: La Nación sacó a la calle la edición nº 39.642, tras 113 años de reconocido periodismo. El ejemplar de ese día costaba 5.000 pesos y en la tapa, a cuatro columnas, se leía el título “Agravóse la crisis con Gran Bretaña” y a dos columnas se mostraba una foto de los diarios The Guardian, The Daily Telegraph y The Sun de Londres, en los que se informaba que dos submarinos británicos habían recibido la orden de dirigirse a las Falklands en estado de alerta.


El submarino inglés Esplendid se dirige desde Gibraltar a Malvinas.


La situación política y estratégica el 2 de Abril

Argentina recupera las islas. Gran Bretaña ya tiene a la “Flota de Avanzada” rumbo hacia la Isla Ascensión. La Real Fuerza Aérea, tiene desplazando a la gran mayoría de sus aeronaves, realizando un puente aéreo “Gibraltar-Ascensión”.

El 5 de abril, ya estaba todo decidido, y desde Gran Bretaña zarpa la flota principal, el Grupo de Tareas con los dos portaaviones y decenas de embarcaciones que más tarde se unirían al mando del Alte. Woodward, con el resto de los buques que habían zarpado a fines de Marzo.

Los británicos solo aparentaron desde el 2 de Abril al 1° de Mayo resolver el tema vía diplomáticamente para darle tiempo a su flota que llegara a Malvinas, mientras desde Argentina pensábamos que podía haber paz, los ingleses desde fines de Marzo sabían cómo iba a terminar todo esto y nunca intentaron llegar a un arreglo pacífico.

Cuando el gabinete de Margaret Thatcher agredió gratuita e innecesariamente a la Argentina en las Islas Georgias desde el día 19 de marzo de 1982, nuestro país respondió a esa agresión recuperando militarmente las Islas Malvinas, usurpadas desde el 3 de enero de 1833. Ceder al ataque de las Islas Georgias, o no contestarlo hubiera significado la inmediata aplicación de la Doctrina del Estoppel.

La doctrina se basa en la (doctrina de los actos propios). -¿Que es esto?

Que si Argentina hacia caso a Gran Bretaña en sacar a los obreros estaría aceptando el dominio y derecho de Gran Bretaña sobre las islas. Es decir, habríamos renunciado por inacción a todos los Derechos alegados hasta la fecha sobre nuestra soberanía en el Atlántico Sur.

La actitud de Argentina fue coherente con sus reivindicaciones y tiende a evitar que se considere que acepta tácitamente la soberanía británica, por aplicación del principio de Estoppel de Derecho Internacional Público. Si no protesta, equivale a aceptar esta soberanía. Si en un futuro la controversia es resuelta por un juez o árbitro internacional, y se constatara la pasividad de Argentina, se interpretaría que consiente implícitamente a la propiedad territorial británica de las islas.

Si Gran Bretaña atacaba a Argentina, despojando a los civiles de las Georgias, ante los ojos del mundo, quedaría visto como un grave error, una agresión injustificada. Es por ello, que provoca la acción militar del 2 de abril, y así poder llevar a un conflicto bélico, sin pensar en las consecuencias que ello provocaría.

La acción argentina del 2 de Abril fue justificada por la ONU y el derecho internacional, como se explicó en el párrafo de arriba. La misma Corte Superma de la Nación, en un fallo contra el reclamo del empresario Davidoff, ha dicho que Argentina actuó en defensa legítima de sus derechos, y no por conveniencia u otro motivo. “Otro motivo”, hubiera alejado el apoyo de las principales potencias extranjeras y del resto de las naciones que elogiaron la actitud argentina. Si Argentina hubiese sido la agresora, entonces la ONU le hubiera dado la espalda, y hubiese obtenido el repudio mundial. Justamente, sucedió lo contrario.

En los prolegómenos del día “D”

La Junta analizó el día 30 de Marzo de 1982 el comunicado oficial a ser impartido a la población el día de la recuperación del archipiélago e instruyó a la Cancillería para que el embajador ante la ONU Enrique Ros presentase una nota de protesta al Consejo de Seguridad por la reacción británica al incidente Georgias. Pero pocas horas más tarde Gran Bretaña reaccionó denunciando ante el Consejo de Seguridad una inminente invasión argentina a las Islas Malvinas convocando a una sesión de emergencia, sorprendiendo con ello a la diplomacia argentina.

A partir del 1 de Abril Londres impartió rápidamente las órdenes de alistamiento para constituir la Fuerza de Tareas (Task Force); ordenándose el regreso a Sir Terence Lewin, Jefe de estado Mayor de la Defensa a la sazón en Nueva Zelandia, y de Sir John Fieldhouse que se hallaba en Gibraltar. Además, se impartieron instrucciones al Foreign Office acerca de proponer a Buenos Aires el envío de un negociador de alto nivel, con intenciones más de ganar tiempo que de discutir el problema con seriedad. La propuesta fue desestimada.

El Comité Militar se reunió el 01 de Abril para tratar la posición del gobierno ante EE.UU. y el Reino Unido, resolviéndose que Argentina se hallaba dispuesta a negociar sobre la base explícita del traspaso de soberanía en favor de las aspiraciones argentinas, condición ésta fuera de contexto lógico dada la situación imperante en Londres. A continuación, el Comité Militar comenzó a ejecutar el plan preparado por la Comisión de Trabajo creando los comandos operacionales y designando sus comandantes.

El 01 de Abril a las 04,10 hs., cuando la Flota de Mar se hallaba ya a la vista de su objetivo y habiendo sobrepasado su hora de no retorno, el Presidente Galtieri recibió una llamada telefónica del Presidente Reagan, quien se expresó en términos de honda preocupación por el uso de la fuerza, de serena advertencia por los riesgos que se corrían y ofreció enviar al vicepresidente Bush para buscar una solución.

El mandatario argentino se expresó en términos corteses pero firmes, la Argentina era una nación soberana que ya había esperado demasiado tiempo, que los organismos internacionales le habían reconocido sus derechos pero que la obcecada negativa de Gran Bretaña para negociar la soberanía de las islas había inducido a su gobierno a ese paso extremo. El presidente Reagan -en lo que sería la más larga conversación telefónica que mantuviera con un jefe de estado- interpretó una determinación fatalista de la expresión y tono de las palabras del General Galtieri. Finalizada la conversación, llamó a la Sra. Thatcher para informale que la invasión argentina de las Islas Malvinas era inminente, y que no había podido detenerla.

La suerte estaba echada.

Pues, el lector podrá desde aquí sacar sus propias conclusiones, estos han sido los hechos como sucedieron realmente.

La reacción en la República Argentina

El 2 de Abril a la mañana los argentinos despertaron con la noticia de que sus FF.AA. habían recuperado las Islas Malvinas. Tratándose de una legítimo e histórico anhelo nacional, se descontaba la aprobación masiva a una medida que ningún gobierno se había atrevido a tomar hasta ese momento. Pero la reacción popular fue algo más que de aprobación: un júbilo indescriptible y contagioso se esparció por todos los ámbitos de la república.

Razones no faltaban para ello: la aspiración nacional que databa de 1833 de ver consolidado el espacio territorial de la Nación, una reacción a una larga serie de frustraciones que el gobierno militar no fue capaz de detener, la simple expresión patriótica de un caro sentimiento nacional, una animosidad contra el colonialismo o imperialismo que para muchos era la causa de los males argentinos. Estas manifestaciones anímicas estaban desprovistas de una actitud reflexiva acerca de lo que una guerra puede acarrear, pero lo cierto era que los argentinos de todas las clases sociales, credos y extracciones se unieron por primera vez como nunca antes.

A las 07,00 hs. el General Galtieri convocó a una reunión de gabinete con la presencia del futuro gobernador de las islas, el general Mario Benjamín Menéndez. El presidente, en la oportunidad, se explayó acerca de la recuperación del archipiélago y de los hechos protagonizados por las FF.AA., la organización del teatro de operaciones, sus autoridades y las previsiones adoptadas hasta entonces.

A continuación, el canciller expuso sobre la situación en Georgias del Sur, de la conversación que el Presidente Galtieri había mantenido con el Presidente Reagan y lo que podía llegar a suceder en el Consejo de Seguridad.

A las 09,45 hs. se difundió un comunicado para la opinión pública informando a la población la recuperación de los archipiélagos. La Plaza de Mayo comenzó a llenarse con público deseoso de expresar su júbilo y su aprobación. La histórica pirámide colocada en su centro era testigo una vez más de un acto histórico importante en la vida de la Nación. El más feliz tal vez en muchísimos años.

El triunfalismo argentino se manifestó temerariamente en todos los estratos de la sociedad en esos días del otoño austral. No se trataba solo de los entusiastas que colmaron la Plaza de Mayo ni de los incontables que estaban espiritualmente allí; el periodismo, con su efecto multiplicador, se hizo eco de esta efervescencia popular que afectaba a gobernados y gobernantes, y que terminó con hacer perder la visión de la realidad aún a los más serenos.

Las imágenes de los marines británicos tirados cuerpo a tierra en una playa de Puerto Stanley mientras era revisados por los infantes de marina argentinos no solo aparecieron en un semanario de Buenos Aires -en fotografías exclusivas- sino que dieron la vuelta al mundo y finalmente resultaron la mejor motivación para que el pueblo británico aprobase que la Sra. Thatcher enviara la flota. En realidad, no solo justificaron esta medida, sino que “la hicieron prácticamente imprescindible”.

En verdad, el 2 de Abril la Argentina no había recuperado las Islas Malvinas, pues para que ello ocurriese era necesario el reconocimiento internacional, incluyendo el del propio Reino Unido. Ese día lo que se hizo -al tipificar un acto de agresión previsto en la Carta de la ONU- fue darle una bofetada a una potencia colonial, producir la reacción que la Royal Navy necesitaba para no ser desmantelada y darle la mejor excusa a una primera ministra para distraer a su pueblo de problemas más urgentes y acuciantes que ponían en peligro su continuidad en el poder.

Por su parte, al recuperar las islas -aspiración tan legítima como pura del pueblo argentino- la Junta Militar revitalizaba un proceso de gobierno que se deterioraba por causa y efecto de sus propias contradicciones internas.

La conmovedora reacción popular obnubiló al gobierno que -sin percatarse de ello- perdió espacio político para resolver la situación diplomáticamente, lo cual era en realidad el objetivo buscado. Mientras el Presidente de la Nación adquiría compromisos desde el balcón de la Casa Rosada, el Palacio San Martín asumía posturas diplomáticas que muy difícilmente podían ser aceptadas por un oponente para el cual la negociación no era un objetivo ni deseable, ni aceptable.

La reacción en Gran Bretaña

Si la noticia de la recuperación de los archipiélagos fue publicada por los diarios argentinos a varias columnas y en primera plana, no le fueron en zaga los periódicos británicos. Ocurre en realidad que la denominada flema británica existe para ciertas cosas, pero no para otras, entre éstas el fútbol y la guerra.

Las ediciones del 3 de abril mostraban titulares en enormes letras como humillacion (Daily Telegraph) y verguenza (Daily Mail), mientras los restantes medios no le iban en zaga. De hecho, poco o nada atraían las islas el interés británico: el propio John Nott, Ministro de Comercio y luego de Defensa del Reino Unido, llegó a expresar “no creía las islas fuesen a tener la más mínima importancia en mi vida”.

Hallándose por entonces en el poder la Sra. Margareth Thatcher, máximo exponente de la derecha, el conflicto apareció al Partido Conservador en momentos en que Gran Bretaña afrontaba graves problemas sociales y económicos internos que indicaban la pérdida del poder para los conservadores por abrumadora mayoría ante el laborismo en las próximas elecciones: el índice de impopularidad de la 1er Ministro era, en Marzo de 1982, del 75%. La oportunidad no sería desaprovechada, e incluso se reservó en el Gabinete de Guerra una banca para el presidente del Partido Conservador.

Tam Dalyell, parlamentario del laborismo y gran enemigo político de la Sra. Thatcher, manifestaría luego que ella era capaz de ir a la guerra “por exclusivas razones de orden doméstico”. Los resultados fueron su triunfo en las elecciones de Julio de 1983 con el 42 % de los votos.

La Sra. Thatcher no tenía mucha noción de lo que las islas podrían significar, pero al hallarse los archipiélagos en posición excéntrica respecto de las zonas neurálgicas del mundo, los intereses de las superpotencias no se verían afectados, lo cual le otorgaba libertad de acción para obrar segun sus propias conveniencias, y procedió en consecuencia.

Su principal dificultad consistía en ver de qué forma podía neutralizar a la durísima oposición interna del laborismo. Y fue aquí donde la suerte comenzó a trabajar a su favor.

A los pocos minutos de conocerse la rendición del gobernador Hunt en Stanley, los líderes de la oposición laborista fueron acosados para hacer declaraciones instantáneas a los medios. John Silkin, portavoz laborista del Sucomité de Defensa de la Cámara de los Comunes salió al aire por el importante programa radial World at One recomendando una actitud beligerante de su partido.

El sábado 3 se reunió el Parlamento en sesión de emergencia por primera vez en 25 años durante un fin de semana; el oficialismo, con luz verde la oposición, endosó el envío de una poderosa Fuerza de Tareas al Atlántico Sur. Si la ocupación de las islas se hubiese producido en un día lunes, con seguridad la reacción de la cámara hubiese sido otra.

Una vez que Michael Foot, líder del laborismo, hubo adoptado una posición, la actitud del bloque opositor fue de espontáneo y solidario apoyo al oficialismo. La sesión duró 3 hs., y solo hubo tiempo para escuchar las presentaciones de la Primer Ministro, el Sr. Foot, el Sr. Silkin y del Ministro de Defensa.

En una sesión normal de 8 hs, los resultados seguramente hubiesen sido diferentes. La Sra Thatcher, antes de anunciar la partida del portaaviones HMS Invincible y otras naves el próximo día lunes, expresó:

“Puedo decir a la Cámara que las islas Falkland y sus dependencias continúan siendo territorio británico. Ninguna invasión y ninguna agresión pueden modificar este sencillo hecho. El objetivo del gobierno es conseguir que las islas se liberen de la ocupación y retornen cuanto antes al gobierno británico”.

Estas mismas palabras pudieron ser pronunciadas por gobernantes argentinos -cambiando el sentido de “territorio británico” y “gobierno británico” por el de “argentino”, a partir del 3 de Enero de 1833. La frase ninguna invasión y ninguna agresión pueden modificar este sencillo hecho significa que las islas son argentinas, lo cual es totalmente compartido por la República Argentina, solo que previo al 2 de Abril de 1982, hubo 149 años de infructuosas y pacíficas negociaciones por parte del país sudamericano.

En el frente doméstico, el gobierno conservador debió soportara fuertes embates de la oposición por haberse dejado sorprender “con los pantalones bajos en el Atlántico Sur” -según las palabras de Mr. Denis Healey- y alguien debía pagar por ello. El gran desatino debía ser expiado por alguien de peso, pues la crisis interna podía arrastrar a la propia primer ministro. John Nott y Lord Carrington presentaron sus renuncias.

El Ministro de Defensa Nott descargó las responsabilidades en el Foreign Office “de cuya política era un mero ejecutor”. Lord Carrington, hombre circunspecto y de gran moderación, se había ganada la desconfianza del ala derecha de su partido luego del arreglo logrado en Rhodesia que dió origen a la nueva nación Zimbawe. Luego de algunas dubitaciones la Sra. Thatcher se decidió por rechazar la renuncia de Nott y aceptar la del canciller, pues resultaba menos traumática su sucesión. Al titular del Foreign Office se sumaron su segundo, Sir Humphrey Atkins, y Richard Luce, quienes le seguían en orden jerárquico. Con estas víctimas expiatorias, el Parlamento se dio por satisfecho.

Superada la crisis la Sra. Thatcher centró sus esfuerzos en despachar la Flota, endilgándole principios para la lucha que encubrían otros intereses menos puros ciertamente, haciendo realidad la máxima del pirata James Morgan: La buena bandera protege la mala mercancía.

La reacción de los EE.UU.

Para los estudiosos o analistas de la política exterior del gran país del Norte, no podía haber muchas dudas acerca de cual habría de ser su decisión a la hora del conflicto. Razones históricas, políticas y estratégicas hacían previsible que, al momento de optar, los antiguos aliados de las dos guerras mundiales y pilares de la OTAN habrían de estar unidos, en desmedro del hemisferio americano y en apoyo de intereses estratégicos mayores.

Sin embargo, el gobierno argentino abrigaba fundadas esperanzas de contar con cierto tipo de apoyo de los EE.UU. o al menos de una actitud menos parcializada en favor del Reino Unido atendiendo a los siguientes factores:

-La solidaridad intermericana, la defensa del Hemisferio y el espíritu de la Doctrina Monroe (América para los americanos).

-El apoyo del gobierno militar argentino a la política de Washington en América Central, en oposición a la expansión del comunismo en el continente, implicando para la Administración Reagan que Galtieri era “el hombre perfecto en Buenos Aires”.

-Los resultados de dos visitas a Washington y las atenciones que recibiera el General Galtieri en 1981 como Comandante en Jefe del Ejército, por parte del General Edward Mayer, Jefe de Estado Mayor del Ejército de los EE.UU. y de otros altos funcionarios estadounidenses, donde recibió seguridades acerca de “la importancia creciente que tenía la Argentina en los planes estratégicos de los EE.UU. para el hemisferio”.

-Las visitas y declaraciones a fines de 1981 y principios de 1982 a Buenos Aires del Subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos Thomas Enders, así como de la embajadora de los EE.UU. ante la ONU, Jeane Kirkpatrick; del embajador itinerante general Vernon Walters; y del general Edward Mayer, ya mencionado. Este acercamiento también fue palpable en la persona del agregado militar argentino en Washington -general Mallea Gil- por parte de numerosos funcionarios de la Administración Reagan, y si bien no constituyeron una aprobación explícita a los planes de la Junta por el conflicto de Malvinas, en el lenguaje político-diplomático bien pudieron significar otra cosa.

El Reino Unido, inmediatamente de tener conocimiento de la decisión del gobierno argentino de recuperar los archipiélagos, inició una eficaz campaña de difusión y una acción diplomática agresiva para captar la voluntad de Washington. Ello se reflejó rápidamente en los comentarios editoriales de varios diarios de gran difusión dentro y fuera de los EE. UU., y poco después el Senado norteamericano endosó una resolución en apoyo de Gran Bretaña con el solo voto en contra del senador Jesse Helms, quien paradójicamente era el único que conocía bien la problemática histórica del conflicto. Un diestro comentarista de asuntos parlamentarios expresaría luego que cuando los senadores votan en forma masiva algún proyecto, es porque no lo conocen; de lo contrario siempre se dan presentaciones y opiniones disímiles.

La primera actitud manifestada por el Presidente Reagan a su par argentino en la conversación telefónica del 1 de Abril, parecía reflejar una actitud componedora y amiga hacia ambas partes. Pero a las 17.00 hs. de ese mismo día el Secretario de Estado Alexander Haig citó al embajador argentino en Washington, Esteban Takacs, para manifestarle que, en caso de conflicto armado, los EE.UU. habrían de estar junto a los británicos side by side (sic) (lado a lado). La información fue radiada a la Argentina. Las malas noticias comenzaban a sucederse.

La actividad de Sir Nicholas Henderson, embajador del Reino Unido en Washington, fue intensa y halló en Alexander Haig un aliado singular; ambos diplomáticos se consultaban permanentemente y de esta forma el Secretario de Estado fue involucrándose cada vez más en el caso con un enfoque unilateral del mismo, lo cual no era la política fijada por el titular de la Casa Blanca. De estos contactos surgió no solo comprensión hacia la posición británica sino anuencia para con las determinaciones de su gobierno. Sir Henderson resultó además una fuente constantemente requerida por los canales de televisión, y sus notas eran transmitidas en vivo y en directo por las principales redes de los EE.UU.

La opinión pública del gran país del Norte comenzó así a consustanciarse con los puntos de vista de la Sra. Thatcher, es decir que se trataba de una agresión lisa y llana de la Argentina, acción que debía castigarse para hacer respetar la ley internacional.

La Embajada Argentina en Washington D.C. solo lograba espacios en horarios desusados para los televidentes a efectos de emitir el punto de vista propio de la cuestión. La justicia de la causa argentina y los entretelones del conflicto no contaban, mejor dicho, no existían.

No obstante, no todo resultaba negativo para la Argentina en el estereotipado ambiente de las relaciones internacionales de Washington. Jeanne Kirkpatrik, la embajadora de los EE.UU. ante la ONU, era la principal sostenedora de una posición más independiente y favorable para con los países del hemisferio. Mujer de gran criterio político, se movía con solvencia en los círculos diplomáticos de su país y configuraba uno de los únicos funcionarios de nivel que conocía a América Latina y su política dentro del gabinete del presidente Reagan, de cuya confianza gozaba. Era la antítesis de Alexander Haig, el general ex-comandante de las fuerzas de la OTAN en Europa en cuyas capitales disfrutaban de relaciones e influencias por haber sido su ambiente profesional natural durante años. Por su parte, el subsecretario Enders se constituyó tambien en un asesor más objetivo de la Casa Blanca, como correspondía a la defensa de los intereses de los EE.UU. en el continente.

Pero el enemigo más grande de la Argentina en Washington, con una influencia que puede considerarse como fundamental, fue un funcionario clave en la resolución de la crisis por la vía político-militar en favor del Reino Unido: el Secretario de Defensa Caspar Weinberger, un anglófilo declarado que no necesitaba del hundimiento de ningún Lusitania (24) para ponerse incondicionalmente del lado de Londres, mucho más allá de las políticas del Departamento de Estado o de los deseos del propio Presidente Reagan.

Las reacciones en otras partes del mundo

América Latina se manifestó en forma casi unánime en favor de la Argentina. Una de las primeras sorpresas fue la postura de Panamá -ya que no habían existido contactos previos- al asumir en el Consejo de Seguridad una postura clara y enérgica por interpretar cabalmente la esencia colonial y retrógrada del conflicto.

El Perú adoptó también una posición fraternal hacia la Argentina, mientras Venezuela hacía lo propio con vehemencia asumiendo el liderazgo político y diplomático del apoyo latinoamericano. No eran solo expresiones de las políticas de estas dos naciones que coincidentemente reunían dos de los escasos gobiernos elegidos democráticamente por sus electorados, sino que a nivel de la población el apoyo resultó entusiasta y masivo, con manifestaciones públicas espontáneas en plazas y calles en las capitales de estos países, todo ello para sorpresa de los argentinos que no creían merecer una actitud tan fraterna de sus hermanos latinos.

La reacción del gobierno del general Stroessner en Paraguay, pareció cautelosa y poco espontánea cuando todo lo que se esperaba era algo más de calidez y comprensión de la nación gauaraní. Sorpresiva resultó la postura opuesta a la Argentina del gobierno colombiano, que se distanciaba del resto de Latinoamérica y de los sentimientos de su propio pueblo para buscar líneas de contacto y favores de los EE.UU.

Los uruguayos estuvieron en su mayor parte a la altura de los antecedentes fraternales entre ambas naciones rioplatenses, si bien sus medios de difusión probablemente influenciados por Gran Bretaña mostraban una clara posición antiargentina.

Chile se vió totalmente sorprendido por la acción de su vecino. Se mostró expectante hasta ver lo que sucedía en el Sur, y de lo que eventualmente podría suceder al finalizar el acontecimiento inédito de la Argentina al enfrentarse bélicamente con el Reino Unido. El gobierno trasandino adoptó una posición diplomática de neutralidad que no se manifestó en el terreno operativo, colaboró con Gran Bretaña facilitando datos de inteligencia y facilidades de comunicaciones.

Brasil mantuvo una actitud solidaria con la Argentina y acorde a la del resto de Lationamérica, lo cual tuvo su peso político para la causa de Bs.As.

La posición de Bolivia, como corresponde a naciones que se han desprendido del mismo cuerpo histórico y territorial común, fue de verdadera hermandad y solidaridad. Ecuador, por su parte, se mostró con entereza y decisión del lado argentino.

En Centroamérica, además de Panamá, merecen destacarse los esfuerzos de Guatemala que incluso ofreció enviar tropas al igual que el gobierno sandinista de Nicaragua, mientras El Salvador y Honduras se sumaban al concierto de naciones que se solidarizaban con la Argentina. Costa Rica, país antibelicista y desprovisto de fuerzas armadas -y que registra en el siglo pasado un requerimiento desestimado para convertirse en un dominio de Gran Bretaña-, presentó una posición más neutral, mientras que los Estados Unidos Mexicanos se constituían en la zona pivote donde, a partir del Río Bravo hacia el Sur se conformaba la mayor expresión solidaria de naciones del hemisferio, a la cual se sumaba decididamente la Nación Azteca.

En el Caribe, las excolonias británicas se mantuvieron apartadas del resto de Latinoamérica optando por ser solidarias con el Commonwealth y seguir siendo fieles a la Corona Británica, tal vez ignorando la marcha de los tiempos y las realidades geopolíticas que las hacen parte integral del Nuevo Mundo. Jamaica, Trinidad Tobago, Santa Lucía, Barbados y Guyana se mostraron reacias en apoyar a la Argentina, al igual que Canadá en el Norte del continente.

Cuba, aislada por razones políticas e ideológicas del resto de América, se proyectó decididamente en favor de Buenos Aires ofreciendo ayuda al gobierno militar argentino -con el cual mantenía diferencias-, mientras Haití y la República Dominicana ofrecieron su apoyo a la Argentina. Finalmente, la isla de Grenada, en una situación político-ideológica similar al gobierno de La Habana, se sumó al concierto de naciones que apoyaban a Buenos Aires.

Así las cosas en América, en el Viejo Mundo se presentaba un panorama muy distinto. Mal avenidos hacia la Argentina por su gobierno militar y la cuestión de los derechos humanos, y aferrados a cuestiones de orden más económico y político que sentimental o de sangre, los países europeos apoyaron casi sin excepción al Reino Unido, que ejerció una conspicua presión política, diplomática y económica sobre todos ellos, particularmente mediante la aplicación de los pactos de la OTAN y la CEE.

España, dejando de lado sus tradicionales lazos de sangre y tal vez procurando salvoconductos políticos que le permitieran ingresar a la CEE, prefirió atender sus intereses continentales a pesar de que su disputa territorial con Gran Bretaña por el peñón de Gibraltar la colocaba en un punto de similitud anticolonial con la Argentina.

La respuesta de Gran Bretaña fue ostentar el poderío de la Task Force con una demostración frente al peñón a poco de finalizado el conflicto con la Argentina, como para inducir que nada similar debía ocurrir en esas latitudes. Esclarecedora resultó una carta enviada al diario La Nación de Buenos Aires por un español de con estos conceptos:

“Tengo necesidad de enviar, en esta hora trascendental y difícil, mi abrazo entrañable de español para todo el pueblo de mi querida Argentina. Y hasta para intentar compensar olvidos y abstenciones oficiales de los nuevos Pilatos, teniendo sus ojos puestos en el Mercado Común Europeo cuyos miembros tantas humillaciones nos están propinando a los españoles.

Quiero también manifestar como español mi gratitud por el formidable ejemplo dado en esta ocasión histórica por la Argentina. Y mostrar mi desconformidad con las cautelosas posturas oficiales que olvidan que cuando España estuvo bloqueada por los mismos imperialistas de hoy y de siempre, la Argentina fue una de las pocas naciones que, haciendo caso omiso de presiones y resoluciones, estuvo al lado de España.

…Desde España os envío, en esta hora dolorosa y crítica, queridos argentinos, el abrazo fraternal, la felicitación más efusiva, con los fervientes deseos de que, sin necesidad de guerras ni violencias, la bandera de vuestra querida e ilustre Patria no sea arriada ya nunca más, ni en las Malvinas ni en los corazones de todos y cada uno de los integrantes de ese gran pueblo.

Rafael San Martín, Alicante.”

Italia, otro país con el cual la Argentina tiene tantos lazos fraternos, se convirtió en uno de los principales apoyos del Reino Unido durante el conflicto y luego de éste. La presentación efectuada por italianos e hijos de italianos residentes en la Argentina de un documento conteniendo millones de firmas que solicitaban al gobierno de Roma su asistencia para morigerar la actitud agresiva de la Sra. Thatcher, no tuvo eco alguno. El gobierno del Sr. Sandro Pertini los ignoró y disimuló mal su apoyo a Londres.

Más mesurada resultó la actitud de la República Federal de Alemania, que observaba con inquietud la aventura en que se embarcaba su aliado principal en la OTAN. Bonn expresó su preocupación en varias oportunidades al quedar desguarnecido el flanco Norte de la Alianza Atlántica.

La actitud de Francia estuvo signada por las presiones de Gran Bretaña y la preservación de sus intereses económicos. Su representante en la ONU se referiría a las Islas con su designación británica Falkland, a pesar del origen francés del nombre del archipiélago en la ascepción española.

Irlanda, al considerar inicialmente que se trataba de una agresión argentina, apoyó la sanción de la Resolución 502 del Consejo de Seguridad, pero al reconocer la esencia colonial de la disputa se inclinó en contra de Gran Bretaña; lo cual se interpreta al tener en cuenta la particular sensibilidad del pueblo irlandés, que desde 1542 debió luchar incansablemente hasta lograr su independencia de Inglaterra, recién en 1949.

Suiza y Austria mantuvieron una actitud más bien neutral, mientras los países de Europa Oriental apoyaron a la Argentina, no tanto por la justicia de la causa como como por los dictados anti-ocidentales propios del conflicto Este Oeste.

Los países escandinavos se vieron influenciados por la propaganda británica y muy pronto aprobaron la política de Londres, mientras Bélgica u Holanda, viejos socios políticos y comerciales del Reino Unido, apoyaron a la Sra. Thatcher.

La Unión Soviética, no informada ni alertada acerca de los pormenores de la cuestión, se perdió la oportunidad de ganarse un agradecimiento incuestionable por parte del gobierno de Buenos Aires al no vetar la Resolución 502 del Consejo de Seguridad, lo cual hubiese hecho si no imposible, al menos políticamente muy costoso el despachar la expedición punitiva británica al Atlántico Sur.

Por su parte, Francia, país proveedor de insumos bélicos a la Argentina y con un gobierno socialista, apoyó sin tapujos todas las decisiones del gobierno conservador británico. Su presidente, el canciller y el ministro de defensa se habían refugiado en Inglaterra durante la 2ª Guerra Mundial. Apenas iniciada la cuestión, el 3 de abril, el presidente Mitterrand se apresuró en llamar a la Sra. Thatcher para comprometer su apoyo a la causa británica.

En el Lejano Oriente, fue destacable la actitud de amplio apoyo manifestada por la República Popular China al gobierno de Buenos Aires, pero su reacción tardía en comprender la naturaleza del problema privó de su veto en el Consejo de Seguridad. Japón, por su parte, se inició con apoyo a la causa británica para evolucionar luego hacia actitudes más ajustadas a los antecedentes históricos del conflicto.

La India se mantuvo expectante, atenta a sus problemas por la soberanía de las islas Nicobar y Andamán que le pertenecen pero que por hallarse muy próximas a Sumatra establecen un cierto paralelismo con las Malvinas respecto de la Argentina. Algo semejante ocurre en el Caribe con las islas San Andrés y Providence, pertenecientes a Colombia, pero reclamadas por Nicaragua por la proximidad a sus costas. Estos casos establecen parámetros falsos respecto de la naturaleza del conflicto pues las Malvinas pertenecen a la Argentina, pero fueron tomadas por la fuerza por Inglaterra en 1833, como es sabido.

Israel sostuvo con coherencia su apoyo a Buenos Aires, atendiendo no solo por sus intereses económicos como proveedor de armamentos y otros productos, sino además por ser la Argentina uno de los únicos países del mundo que abrió sus fronteras a la inmigración judía durante a la persecución nazi en la 2a Guerra Mundial.

Los países árabes tuvieron una actitud disímil ante el conflicto. Protagonistas de un conflicto que los enfrenta con Israel en el Oriente Medio, en gran parte causado por la sinuosa diplomacia de Gran Bretaña al patrocinar en 1948 la creación del Estado Judío en tierras de Palestina, las que anteriormente había prometido restituir a los árabes si éstos le ayudaban a expulsar a los turcos de la región, luego de la 1a Guerra Mundial.

Merece ser destacada, por no tener parangones, la actitud de Libia de ofrecer desinteresadamente todo tipo de ayuda sin ningun condicionamiento, si bien lo hizo más motivada por los sentimientos de adversión de su líder revolucionario Mu’amm Ar Abu Minyar al Qadhafi hacia Gran Bretaña y los EE.UU., que por simpatía hacia la Junta.

Ocurrió lo contrario con Jordania, país miembro del buró de Países no Alineados y que al momento del conflicto ocupaba una banca en el Consejo de Seguridad de la ONU,  dónde aglutinó el voto de dichos países en favor del Reino Unido al sancionarse la Resolución 502, como se verá más adelante.

Nueva Zelanda adoptó también una actitud insólita: fue el único país además del Reino Unido que decidió unilateralmente romper relaciones diplomáticas con la Argentina. Buenos Aires no merecía esta actitud, pues la Argentina había mantenido tradicionales relaciones amistosas y hecho esfuerzos para establecer una ruta aérea inédita que unía Río Gallegos con Auckland y que permitía romper la singularidad geopolítica de ser países terminales, dada su posición excéntrica en el Globo.

En lo que se refiere a los organismos internacionales, la Organización de Estados Americanos (OEA) apoyó en forma decidida a la Argentina, convocando incluso al TIAR, máximo instrumento defensivo del continente. La OTAN, por su parte, apoyó a uno de sus principales aliados Gran Bretaña en la expedición “punitiva” que sustrajo gran parte de las fuerzas navales del Mar del Norte y del Mar Mediterráneo para enviarla al Atlántico Sur.

En los organismos internacionales

El máximo organismo internacional, la ONU, estructurada para proteger los intereses de los países más poderosos, desde el punto de vista argentino lejos de evitar o detener el conflicto antes de sus instancias límites, su estructura facilitó la consecución de los objetivos de uno de sus miembros permanentes del Consejo de Seguridad: el Reino Unido, no tanto al promulgar la Resolución 502 como al vetar un proyecto ulterior de resolución que hubiese determinado el cese del fuego.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) apoyó a uno de sus principales miembros, Gran Bretaña, en la expedición punitiva que sustrajo la mayor parte de sus fuerzas del Mar del Norte y del Mar Mediterráneo, apoyando su despliegue logística y políticamente.

La CEE, pese a tratarse de un conflicto de orden bilateral entre uno de sus socios y uno de sus clientes, impuso sanciones económicas contra la Argentina cediendo a las presiones de Gran Bretaña. Ello implicó entre otras medidas un embargo de armamentos que privó a la Argentina de la mayor parte de sus sistemas de armas Super Etendard-Exocet recientemente adquirido, además de otras medidas inéditas de orden comercial y financiero.

Aleccionador, por su verdad intrínseca, resultó un cable recibido en nuestra Cancillería con origen en la Misión Argentuna Permanente en Ginebra, el cual expresaba textualmente:

  “Muy Urgente.

    Para conocimiento inmediato de Sr. Canciller y Sr. Subsecretario de RR.EE.

    Imagen Argentina en Ginebra.

Los comentarios publicados por la prensa ginebrina respecto del conflicto entre nuestro país y el Reino Unido en torno a las islas Georgias del Sur.constituyen una versión distorsionada de los hechos con marcados errores en las referencias geográficas e históricas. En todos los casos ellos proceden de corresponsales acreditados en Londres que, por supuesto, están influenciados por el tono de la prensa británica y por contactos con funcionarios políticos y medios locales. De ese modo la opinión pública europea -al igual que otros sectores de la información- vuelve a crearse una falsa imagen de la realidad y de la posición argentina.

Ello no solo influye en la información del ciudadano corriente sino también en la del medio diplomático local y de los organismos internacionales con sede en Ginebra.

    Martínez.”

Evidentemente, en la batalla de la información que se libra en todos los medios de difusión del mundo, la Argentina perdía posiciones.



Malvinas 40 años – La Fuerza de Tareas 40

Con la situación deteriorándose luego del incidente ocurrido en Puerto Leith (isla San Pedro), el gobierno argentino tomó la decisión de acelerar las actividades de planeamiento y alistamiento que mantenían algunas de las unidades de las Fuerzas Armadas en el marco de la planificación para una potencial recuperación de las Islas Malvinas. Este plan de acción había sido establecido a fines de 1981, como una de las tantas hipótesis de trabajo por parte de las autoridades argentinas con el objeto de resolver la disputa de soberanía sobre los archipiélagos del Atlántico Sur, luego de que el Reino Unido de Gran Bretaña mantuviera una posición intransigente pese a los exhortos realizados por la Asamblea General de las Naciones Unidas para que ambas naciones lograran una resolución al diferendo.

Cubierta del ARA “Cabo San Antonio”
En una marcha contrarreloj, algunos de los elementos que deberían formar parte de la potencial operación estaban obligados a planificar y alistarse con un estricto bajo perfil, ya que uno de los requerimientos esenciales era mantener el secretismo absoluto. A esta condición se le sumaba que la ejecución de la operación debería adoptar todos los medios posibles para que resultara incruenta y que la misma se concluyera en muy pocas horas.

De esta manera, las unidades especialmente seleccionadas de la Armada, Ejército, Fuerza Aérea e Infantería de Marina que participarían en la operación encararían en los últimos días del mes de marzo un proceso de alistamiento con el objeto de llegar en las mejores condiciones ante la inminente luz verde, la cual finalmente llegaría el 28 de marzo.

Personal y medios que participarían de la operación de recuperación de las islas Malvinas, inicialmente denominada “Azul”, integrarían la Fuerza de Tareas 40, la cual estuvo organizada de la siguiente manera:

Comandante del Teatro de Operaciones Malvinas: General de División Jorge Osvaldo García, el cual estuvo a cargo de la totalidad de la operación.

Fuerza de Tareas Anfibias / FT 40. Comandante: Contraalmirante Gualter Allara

Grupo de Tarea 40.1 – Fuerza de desembarco. Comandante: Contraalmirante de Infantería de Marina Carlos Büsser, responsable de las operaciones en tierra.

ARA “Santísima Trinidad”

Las Unidades de Tareas fueron:

  • 40.1.1. Batallón de Infantería de Marina Nº 2 (reducido). CFIM Alfredo R. Weinstabl
  • 40.1.2. Sección de tiradores del BIM Nº2. CCIM Hugo J. Santillán
  • 40.1.3. Agrupación Comandos Anfibios (reducido). CCIM Guillermo A. Sánchez Sabarots
  • 40.1.4 Grupo Buzos Tácticos (reducido). CCCN Alfredo R. Cufré
  • 40.1.5. Grupo Comandos Anfibios (reducido) y Grupo Buzos Tácticos. CCIM Pedro E. Giachino
  • 40.1.6. Batería del Batallón de Artillería de Campaña Nº1. TFIM Mario F. Pérez
  • 40.1.7. Sección de Tiradores BIM Nº 1. TNIM Oscar H. Oulton
  • 40.1.8. Sección para Apoyo de Combate (SPAC). CFIM Víctor H. Theaux
  • 40.1.9 Sección de Asuntos Civiles
  • 40.1.10. Sección de Tiradores (reducida) del Regimiento de Infantería 25. Tte. Cnel. Mohamed A. Seineldín

Grupo de Tarea 40.2. – Grupo de transporte. Comandante: Capitán de navío G. Estrada

Unidades de Tareas

40.2.1. Buque de Desembarco de Tanques ARA “Cabo San Antonio” Q-42. Esta unidad naval fue la encargada de transportar el grueso de los elementos terrestres, entre ellos el BIM N°2, la sección del RI 25, el Batallón de Vehículos Anfibios (TNIM Mario D. Forbice), y una batería del Batallón de Artillería de Campaña N° 1, entre otras unidades.

40.2.2. Rompehielos ARA “Almirante Irízar” Q-5. Embarcaba personal de reserva junto al helicóptero Aérospatiale SA330L Puma AE-502 de Aviación de Ejército y el Sikorsky SH-3D Sea King 2-H-231 de la 2da Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros (EA2H).

40.2.3. Transporte ARA “Isla de los Estados” B-8. Afectado a operaciones de apoyo logístico.

Grupo de Tarea 40.3. – Grupo de escolta – Comandante: Capitán de navío J.D. Chaluleu

Destructor ARA “Hércules” D-1. Dispuso del helicóptero antisubmarino Westland HAS Mk.23 Lynx 3-H-142 perteneciente a la 1era Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros (EA1H)

Destructor ARA “Santísima Trinidad” D-2. Designada nave almirante. Dispuso de un helicóptero antisubmarino Westland HAS Mk.23 Lynx, el 3-H-141

Corbeta ARA “Drummond” P-31

Corbeta ARA “Granville”P-33

Grupo de Tarea 40.4. – Grupo de tareas especiales. Comandante: Capitán de corbeta H. Bicain

Submarino ARA “Santa Fe” S-21

Agrupación Buzos Tácticos (reducida)

Fuerza de Tareas de Cobertura – FT 20. Comandante: capitán de navío J.J. Sarcona. Esta FT debería proporcionar cobertura lejana al núcleo anfibio de la FT 40 ante la posible presencia de unidades navales de terceros países.

Portaaviones ARA “25 de Mayo” V-2 con su Grupo Aeronaval Embarcado compuesto por cuatro bimotores de guerra antisubmarina Grumman S-2E Tracker, tres aviones de ataque Douglas A-4Q Skyhawk de la 3era Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataqie, tres Aérospatiale Alouette III (3-H-105, 3-H-111 y 3-H-112) de la EA1H y un Sikorsky SH-3D (2-H-234) Sea King de la EA2H

ARA “Bouchard”
Destructor ARA “Py” D-27

Destructor ARA “Bouchard” D-26

Destructor ARA “Piedrabuena” D-29

Buque -tanque ARA “Punta Médanos” B-18

Vale destacar que el accionar de la FT 40 contó con el apoyo de diversos medios a lo largo de la etapa preparatoria, así como durante los días de navegación hasta las islas Malvinas, habiéndose dispuesto por ejemplo un Grupo Aeronaval para tareas de exploración. También se debe destacar el despliegue de personal y medios de la I Brigada Aérea a Comodoro Rivadavia, actividad que se dio en el marco del Plan de Operaciones Aries 82. Su misión era complementar el accionar de la FT 40 mediante la ejecución de una operación aerotransportada que tenía como objetivo ocupar el aeródromo de Puerto Stanley, estableciendo un puente aéreo entre el continente y la isla Soledad.

Fuente: https://www.zona-militar.com/

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